sábado, 1 de noviembre de 2014

43.- Sifón magallánico.


Por esto de que uno no consigue estacionamiento cerca de su lugar de destino fui murando vidrieras una de las primeras tardes de primavera y me encontré con este objeto, lucía en una de las grandes vidrieras de Lli-hue, la regalería situada en la esquina de Rivadavia y Laserre.
Junto a los productos en venta se entremezclaban objetos antiguos, algunos sumamente atractivo pero este sifón respondía a la demanda que hacemos desde este blog.

Un sifón en buen estado de conservación con la marca de La pradera.
La Pradera en mi infancia puntarenense era la bebida gaseosa por excelencia. De fabricación regional se consumía, al menos en mi familia, para las fiestas; aunque en otros lugares mas pudientes era un componente diarios.
Recuerdo en los patios las “jabas” –así se llamaban a los cajones que reunían doce envases- esperando al repartidor. Eran botellitas esbeltas, bastante parecidas a las de cerveza Pilsen, también envasadas regionalmente.
¡Pero esto era un sifón!


Al sifón lo vine a descubrir en mi regreso a Río Grande –mayo de 1960- no faltaba en ninguna mesa y menos en la cantina del Bar Colo-Colo de propiedad de mi tío Abraham Vasquez Guenuel, casado con Francisca Sara Martinovich Martínovich, hermana de mi madre.
De entrada recibí una advertencia: ¡Cuidado que no vaya a explotar, son terribles los sifonazos!
Y esa palabra la encontré incorporada también al vocabulario futbolístico, en la canchita se podía decir, pelotazo, taponazo, pero lo terrible era el sifonazo.
Ya cercano a mis 20 años experimenté lo que podía ser eso: Un sifón estalló en el asiento trasero de un auto al ararncar violentamente, chocaron uno con otro, y el vehículo se llenó de la gruesa sal del vidrio molido.
Al rato me di cuenta que mi meñique de la mano izquierda sangraba, me lo curaron con la gotita. ¡No lo podía creer! La cicatriz me devuelve cotidianamente este recuerdo.
Es que los sifones estaban ligado a la existencia de la soda, de la cual en esa infancia puntarenense no tenía mayor noticia. Había, eso sí, un lugar distinguido para visitar –una “fuente de soda”- se 
llamaba C' est si bon...

El sifón dejaba evidencia que los intercambios de costumbres en espacios de frontera. En un lugar cercano a argentina se intentó instalar este consumo.
En Río Grande solía leer la identificación comercial de los diversos sifones, venían de lejanas ciudades y provincia de las cuales nunca había tenido noticia, y hasta de otros países.., pero nunca una que fuera de Soda La Pradera.
Las fotos evidencia ese origen y se destino, una calle de Buenos Aires entre los fabricantes, la cabeza del sifón construida con estaño, libre de plomo..
“Y de La Pradera, ¿que podía averiguar más? Internet me dio escasas respuestas, los amigos magallánicos parecían estar en otra cosa, pero hubo uno Mario Isidro Moreno, reconocido escritor regional, al que no le podía faltar el dato; y ven lo que puso Facebook mediante”:


La fábrica de Bebidas La Pradera, estaba ubicada en Avenida Colón 850 en Punta Arenas. Participó en la Exposición Industrial de Punta Arenas en el año 1927 y obtuvo el Gran Premio Exposición Nacional Magallanes 1934. Su teléfono era el 22754 y las bebidas, con distintos sabores, las fabricaba en base a azúcar, esencia, ácido cítrico y gas en envases de 285 Grs”.

“Los sabores eran tuti frutti, plátano, piña, naranja y cola champaña”.

Yo tenía presente su slogan comercial: “¡La bebida refrescante verdadera!

Aunque algo después nos llegó en este soporte de madera, la imagen de una botella, en otro sabor..