miércoles, 19 de septiembre de 2012

21.Bolitas.




Marcial Fermín Gutiérrez se fue a estudiar a la universidad y dejó -para que mantuviéramos intactas- un conjunto de pertenencias. Entre ellas sus bolitas en este frasco.



En algún momento yo también tuve las mías, en una envase oscuro de Tody, sin tapa. Envase que el tiempo se llevó, lo mismo que su contenido.
Las bolitas de Marcial lo siguen esperando en una envasa ultrahermético que antes destináramos a conservas.
Las bolítas, juegos infantil y masculino, permitía una recreación de patios y veredas; daba cierta idea de acumulación de fortuna, y generaba habilidades manuales ligadas a lo que hoy llamaríamos motricidad y buena vista.
Permitía al mismo tiempo generar valoraciones subjetivas. Porque había bolitas que eran de la suerte, y otras campeonas -con las cuales nunca se perdía-, al mismo tiempo que para ciertas partes del juego se usaba alguna con la que se tenía, por ejemplo, tanteado el hoyo.
Por eso en algunos casos se jugaba con la seguridad del cambio, para no tener que entregar las preferida en el momento de una pérdida; y en otros casos se trabajaba sin red, se corría ese riesgo, se experimentaba la adrenalina del momento, y si se perdía..., se volvía a casa con un tango en el alma.
Había bolones y bolitas, lo diferenciaba el tamaño, estaban las lecheras -generalmente blancas- y las chilenas que en Chile le llamaban universo pero que en el norte se conocían como japonesas.
Los pantalones de antes permitían llevar en los bolsillos un buen puñado de bolitas, y dejaban en otro bolsillo el lugar para las que se iba ganando.
Prové como sería ahora con estas bolitas que Marcial nos dejó al resguardo y ya no estoy preparado para jugar: en un pantalón el bolsillo es estrecho y molesta en la pierna, en el joggin entran pero por su peso se afloja el elástico de la cintura.
Dolina escribió hace muchos años, en la Humor del tiempo del proceso, sobre el misterio de sobre el detino de tantas bolitas que tuvimos, y que ahora han desaparecido.
Fernando Tropea siempre nos recuerda que en su pueblo: San Jorge, está la única fábrica de bolitas del país..., será una de estas que mostramos en la tercer foto identificada como "leprosa"?
Las bolitas con el tiempo de cachaban, de tanto chanti -choque-, se hablaba entonces que estaban picadas, y a la hora del canje o del pago valían menos. A esta edad que comenzamos a andar cachados físicamente, nos compensa la juventud de nuestros recuerdos.





Crónicas del Ángel Gris – Por Alejandro Dolina
Resulta difícil hablar sobre la desaparición del juego de la bolita sin entrar en espinosas controversias. Desde luego se trata de un asunto complejo y puede ser examinado según criterios muy diferentes.
Las personas sencillas afirman simplemente que se trata de una decisión de los chicos, arbitraria, inexplicable y por lo tanto indigna de ser discutida.
Los psicólogos, antropólogos, electrotécnicos y aun los contadores suelen llamar la atención sobre la influencia de otros entretenimientos de emoción mas sostenida, como la televisión, el billar japonés, el cerebro mágico o las palabras cruzadas.
Los Refutadores de Leyendas niegan que haya existido jamás un juego semejante y se oponen con argumentos inexpungables al mito de la vieja niñez romántica.
Por el contrario, los Hombres Sensibles aseguran que la desaparición del juego de las bolitas es el resultado de una conjura universal.
Este punto de vista es muy interesante y vale la pena elucidarlo.
En su monografía Faltan Bolitas, el pensador de Flores, Manuel Mandeb, plantea un interrogante que nos deja perplejos. Veamos.
“… Este juego parece haber empezado a languidecer en 1960. Pero puede afirmarse que en ese momento ya hacia por lo menos cincuenta años que se jugaba. Entonces había veinte millones de habitantes en el país, y no era demasiado audaz afirmar que, en el medio siglo de su auge, el juego de la bolita había sido practicado por diez millones de individuos en uno y otro momento de sus vidas. Ahora bien: cuantas bolitas poseía cada niño aficionado, como promedio? Digamos cincuenta. Multipliquemos: cincuenta por diez millones. Son quinientos millones de bolitas. Bien, volvamos al presente: alguno de ustedes ha visto una bolita en el último año? Seguramente no. Yo pregunto: donde están los quinientos millones de bolitas? Quien las tiene?
“Y no me digan que el tiempo las destruyo porque el viento y la lluvia no son suficientes para destrozar una bolita…
“…Las canchas han sido arrasadas y hasta pavimentadas, los hoyos fueron rellenados, los jugadores se han visto tentados por otras disciplinas. Alguien esta borrando todo vestigio del paso de las bolitas por esta tierra…”Inspirado quizás en el trabajo de Mandeb, este texto pretende asentar las reglas, la técnica y la estrategia de las bolitas. La tarea no es tan fácil como parece. A favor de la campaña desarrollada por los Refutadores de Leyendas y Los Amigos del Olvido, casi nadie recuerda los reglamentos.
Por lo demás, todos sabemos que en cada cuadra había matices en la interpretación de cada norma lúdica.
No obstante, luego de la publicación de esta nota, es probable que algún pequeño número de Pibes Sensibles se ponga a jugar, aunque más no sea a modo de desplante ante el Universo.

I- LAS BOLITAS
Se trata de pequeñas esferas, casi siempre de vidrio. Su diámetro es variable: las mas chicas se llaman “piojos” o “pininas”, las medianas son las mas frecuentes y están también las grandes o “bolones”, que suelen utilizarse en el juego del Triangulo.
Años atrás podían reconocerse diferentes pelajes de bolitas.
Las mas hermosas eran las “lecheras”. En ellas predominaba el blanco, siempre mezclado con algún otro color. Eran semiopacas, no se podía ver a través de ellas y la variedad de diseños y combinaciones era enorme. Estaban también las semitransparentes, de colores fríos, casi siempre verdes o azules. Eran como cachos de sifón. En el interior a veces se adivinaba un filamento gelatinoso y más bien repugnante. Salvo excepciones, eran unas bolitas de porquería. Sin embargo, la última generación de niños jugadores solo conoció esas bolitas.
Las lecheras desaparecieron misteriosamente. Miles de personas jamás han visto una. Las mas recientes son las llamadas “bolitas japonesas” mas livianas que las convencionales, y totalmente inútiles para jugar.
Su aspecto es el de una esfera transparente con un papelito de color en su interior. Todo niño poseía una bolita preferida, que era la que utilizaba para jugar. Se la llamaba “puntera”. El resto de las bolitas servia para pagar las deudas provenientes del juego. Si acaso una racha adversa obligaba al niño a entregar la puntera, se le otorgaba a esta noble bolita el valor de cuatro o cinco.
También pueden citarse, como curiosidad, las bolitas de barro, los aceritos y hasta las de plástico (indefectiblemente ovaladas).
La identidad de los fabricantes de bolitas es un enigma. Nunca hubo marcas, ni envases ni publicidad. Algo muy raro debe haber en todo esto.

II EL JUEGO DEL HOYO Y LA QUEMA
Pueden participar dos o mas jugadores, El juego tiene lugar en una cancha de unos 5 metros de largo por 2 de ancho. La superficie de este terreno debe ser de tierra, pareja y árida, tal como la de las canchas de bochas aunque no tan blanda.
Es de buen gusto que un pequeño árbol se situé en uno de los costados. En realidad, los mejores lugares para instalar canchas de bolitas son los rectángulos de tierra que existen en las veredas del Gran Buenos Aires. En la Capital, como se sabe, las veredas llegan hasta el cordón y los espacios sin baldosas que rodean a los árboles son insuficientes. Por eso los chicos de la Provincia han sido siempre más diestros en este juego. Hay cuatro líneas que limitan la cancha y una que la divide en dos, llamada “mita”. En el centro exacto de una de esas dos mitades, se encuentra el hoyo. Y aquí nos topamos con otro punto de discusión. Algunos prefieren excavar el hoyo con una chapita de naranjin. Otros entierran una bolita y, después de extraerla ensanchan el crater resultante. Los más desaprensivos clavan el taco en la tierra, y lo hacen girar, obteniendo de este modo enormes cacerolas que desvirtúan el carácter del juego.
Los jugadores se sitúan detrás de la línea de salida, que es la línea más corta más lejana del hoyo. Uno a uno van lanzando sus bolitas, tratando de colocarlas en el lugar más cercano al citado agujero. Esto es de capital importancia, pues después del tiro de salida, el primero en jugar será quien se encuentre más próximo al hoyo. De este modo, si uno observa que el jugador anterior ha conseguido arrimar demasiado bien, mejor será que no trate de superar esa marca y busque los lugares más seguros de la cancha.
El objeto del juego, aclaremos, es embocar en el hoyo y hacer impacto en las bolitas de los contrarios (“quema”). Los jugadores “quemados” van egresando del juego y pagando a quien los quemo. Cuando queda solamente uno, termina la ronda y comienza otra.
Cada participante va evolucionando con su bolita conforme a una cierta estrategia. Algunos persiguen a su presa y se van acercando cada vez mas, aun a riesgo de quedar ofreciendo un blanco fácil. Otros buscan siempre los lugares lejanos y hacen tiros largos (es decir “rugen”). Si una bolita sale fuera de la cancha debe permanecer en el lugar donde ha quedado para que los otros jugadores le tiren, si así lo desean. Al corresponderle nuevamente el turno, el jugador podrá efectuar su tiro desde cualquier punto de la línea atravesada por su bolita al salir.
III LA BOLITA Y EL CANTO
Para obtener prioridades y anunciar decisiones o reclamar la vigencia de ciertas reglas es necesario -en la bolita- pronunciar a voz en cuello algunos conjuros predeterminados.
Veamos una pequeña colección de ellos. “Bolita cola”: es en realidad la invitación o desafió a jugar y también la reserva del privilegio de tirar ultimo. También puede decirse “Bolita cola, no puntie”, esclarecedora frase que indica que uno no tiene intenciones de someterse a ningún “punteo” o arrimada previa, para establecer el orden de salida.
“Mita al medio, buena al tiro”: canto que solo puede realizar el que tira ultimo en la salida. Si el tipo considera que alguno de sus rivales esta demasiado cerca del hoyo, le suelta el canto y le da el hoyo por embocado. Pero -eso si- lo obliga a poner su bolita en la mita, expuesta a su disparo inicial.
“Buen repe”: ante la proximidad de la pared, se grita este conjuro para indicar que si el impacto se produce de rebote, también será valido. El canto contrario es “mal repe”. “Pica paso”: declaración de voluntad que asegura la posibilidad de colocar nuestra bolita a un paso de distancia, si un pique traicionero la pone a merced del rival. Algunos niños tahúres suelen retrucar “de hormiguita”, para reclamar que el paso sea pequeño. “Voladora”, agrega, entonces el primer niño. Y se manda un paso de cuatro metros. También puede aullarse “pica no paso”.
“Cuantas quiera”: Como el jugador que emboca en el hoyo o realiza una quema vuelve a tirar, muchos niños proceden a sacudir tres o cuatro quemas seguidas a la misma bolita, con el fin de irse acercando a otros objetivos. Para poder hacerlo debe pronunciar las palabras que encabezan este fragmento.
“Corta, retira no garpa”: salvedad con que el pequeño que va ganando anuncia su derecho a abandonar el juego en cualquier momento, sin que este raje le resulte oneroso.
“Bien sonati”: exigencia mas bien ranfañosa, según la cual se pretende que los impactos hechos en nuestra bolita hagan ruido o no se paguen.
“Mueve pajita, garpa bolita”: pareado pentasílabo que es de lo ultimo y se profiere cuando la bolita contraria esta en medio del pastito.
Existen infinidad de formulas “buena línea recorrida”, “hoyo antes de quema”, “buena mengua”, etc. Cuando se quieren evitar los recose que provocan estos cantos, se juega “a todas buenas”, es decir, sin cantar.
IV COMO EMPUÑAR LA BOLITA

Para efectuar el disparo, debe colocarse la mano izquierda alzándose sobre sus dedos en el punto exacto donde estaba la bolita. La mano derecha descansara sobre la izquierda y empuñara la bolita. Los zurdos harán exactamente lo contrario.
Hay dos formas clásicas de tomar la bolita: la antigua, despreciada muchas veces, y la moderna. En la primera la bolita se aloja detrás del índice. En la segunda, detrás del mayor, sirviendo el índice como guía o mira.
Hay algo más. Algunos pibes muleros suelen extender la mano hacia adelante acercándose a la bolita del adversario. Esta demasía se conoce con el nombre de “ganfia o gañote” y es el origen de innumerables reyertas.
En este punto conviene aclarar la existencia de otros juegos de bolita:”el triangulo, el gayito, la troya, la cuarta”. Pasaremos por alto la complicada explicación de sus reglas.
El pasto ya ha crecido sobre las canchas. Los chicos ya no tienen las rodillas sucias. Los pantalones de medidas infantiles no tienen bolsillos.
El pavimento y las baldosas lo cubren casi todo. Mandeb quizás tenía razón.
Existe una conjura universal para impedir el juego de la bolita.
Alguien tiene que ocuparse de indagar las razones de este complot y -si es posible- desbaratarlo.
Y hay que encontrar los quinientos millones de bolitas perdidas.
Hace pocos días, el autor de esta nota trato de dar con el frasco donde guardaba unas pocas docenas. No estaba. Tampoco estaba la caja de las chapitas, el álbum de figuritas ni el trompo ni los autitos con masilla. Algo malo debe estar ocurriendo.

Tinka de Santa Fe.

La firma de San Jorge tiene su espacio en internet en el que solicita la compra de vidrio opalino, pagando precios únicos en el mercado, abunda en detalles de un rico catálogo. y luego se remonta a 1953 para detallar la historia empresarial.
Corrían los primeros meses del año 1953 cuando dos empleados de la famosa cristalería SAICA instalada en San Jorge provincia de Santa Fe solicitan un permiso gremial de un mes con la loca idea de comenzar con la instalación de una fábrica de bolitas de vidrio, cuentan en ese momento con la experiencia obtenida dentro de la cristalería donde fabricaban una pequeña cantidad.
Nada de dinero pero una tremenda ilusión, aquellos osados emprendedores fueron Victor Hugo Chiarlo y Domingo Vrech, al finalizar el mes vuelven a su trabajo donde son invitados a elegir a seguir con sus tareas habituales o retirarse definitivamente a continuar con su proyecto, siendo ésta alternativa la que deciden hacer aquél momento.

En la búsqueda de financiamiento y mercado era la idea gestada viajan en tren a la ciudad de Rosario, luego de varias reuniones un señor de distribuidora Rigolleau les entraga una tarjeta personal y les recomienda dirigirse a conversar con el señor Juan Manavella gerente de la firma Manavella y Cía. S. R. L. (únicos fabricantes en Sudamérica de bolitas de mármol por aquel entonces) quien desde un principio muestra interés por la propuesta. Luego de un amable diálogo les solicita que le envíen muestras comprometiéndose a que en caso de gustarle analizarán firmemente que tipo de relación entablar para desarrollar la idea.


Regresan a San Jorge donde fabrican las muestras que gracias a Dios son aceptadas y firman un contrato el cual los obliga por el espacio de seis meses entregar toda la producción a la firma mencionada a cambio del dinero recibido para instalar la tan ansiada fábrica, el día 15 de octubre de ese mismo año hacen la primera entrega, la cantidad que fabricaban es ese entonces era de aproximadamente 12000 bolitas diarias.


En el año 1956 se retira de la sociedad el señor Vrech e ingresa a la misma Ricardo Reinero, quien contaba con una pequeña experiencia en el manejo del vidrio pero mucha en todo lo que se refiere a la industria metalúrgica un verdadero artesano del hierro, la sociedad continua la labor y en el año 1960 ingresa a la sociedad Ángel Albino Chiarlo hermano menor de Víctor, la firma sufre vaivenes porque hay períodos donde Víctor y Ricardo se retiraron de la misma pero ya consolidados a partir del añoi 1964 continúa la fabricación de la preciada esfera, siempre en la búsqueda de incrementar la producción y mejorar la calidad del producto, diversas máquinas de fabricación casera se han utilizado llegándose a producir unas 6000 traviesas por hora.

En el año 1993 se produce la lamentable pérdida de Ricardo Reinero tomando su posta su hijo Juan Miguel.
Corrían los primeros meses del año 1995 cuando se le compra al señor Cheen Fu Cheen (de origen Taiwanés) una máquina procedente de aquél país oriental que eleva la producción a 8.500 por hora, algunos años después se compra una máquina del mismo origen para la fabricación de bolones en una cantidad aproximada de 3.800 por hora, hoy con dichas máquinas y el ingenio argentino se fabrican 400.000 bolitas diarias

Hoy 30 de diciembre de 2016 agregamos como regalo de fin de años, una foto de ERNESTO IPAS, titulada Juagando en el patio.