lunes, 31 de marzo de 2014

35.- Pistola Mauser con culatín.



La fábrica Mauser no sólo se limitó a la construcción de fusiles militares (como el popularísimo Mauser 98), sino que en el año 1893, los hermanos Fidel, Fiedrich y Joseph Feederle, técnicos de la casa, trabajaron en el desarrollo de una pistola semiautomática. El primer prototipo de aquella arma vio la luz el 15 de Marzo de 1895, sin que sus creadores fueran verdaderamente conscientes del arma que habían logrado diseñar y construir. Un arma que en aquel momento ya estaba casi medio siglo por delante de las de su categoría, pasando a patentarse ese mismo año con la denominación de Mauser Modelo C-96.

Traemos al espacio fueguino esta arma, en razón de la existencia de la que perteneciera a Ramón Cortés, en manos de su hijo –en Témperley- arma que sirviera a un hecho luctuoso en tiempos de enfrentamientos entre colonos y nativos.

Pero antes prestemos atención a lo dicho en www.armas.com.es: .

La Mauser C-96 es una pistola voluminosa, robusta y pesada, dotada de un carácter puramente militar. El calibre con que estaba dotada, el 7.63mm Mauser, le daba una velocidad inicial de 485 metros por segundo, por lo que hasta 1935, con la aparición del calibre .357 Magnum, se convirtió en el calibre de arma corta más potente del mundo, con un poder de penetración enorme, haciéndolo en hierro 3,2mm y en madera 28mm. Esta capacidad de penetración propició que fuera requerida para perforar chalecos o vehículos blindados, como fue el caso de ciertos gangsters americanos, quienes las utilizaban en esas ocasiones en las que otras armas cortas resultaban ineficaces. A pesar de que pocos países la reconocieron como arma reglamentaria, fue utilizada en todos los acontecimientos bélicos acontecidos en la primera mitad del siglo XX.


A principios de la pasada centuria, cada oficial debía adquirir por su cuenta la uniformidad y su equipo. El joven Wiston Churchill no fue una excepción; siendo oficial de lanceros durante la guerra del Sudán en el mes de septiembre de 1898, según nos cuenta en sus memorias de juventud, tuvieron un enfrentamiento muy rápido y violento en el que perecieron en pocos minutos 5 oficiales y 66 hombres de la tropa británica. En aquella ocasión Churchill pudo utilizar su C-96 lo que, según él, le salvó la vida, pues los oficiales británicos tenían como dotación el pesado revólver Webley de sólo seis tiros.


Historia de la fábrica Mauser

Paul Mauser, nacido el 27 de junio de 1838, era hijo de Franz Andreas Mauser, maestro armero de la fábrica de armas instalada en el antiguo monasterio de los padres agustinos de Oberndorf. Aprendió desde pequeño la profesión de su padre, trabajando en la misma fábrica y distinguiéndose muy pronto por su gran inventiva para modificar los mecanismos de las armas, así como diseñar otros nuevos. Le ayudó a ello el haber cursado estudios en la Fábrica Real de Armas de Wurttemberg y el hecho de cumplir su servicio militar en el arsenal de Ludwingsburg, teniendo la oportunidad de estudiar en el museo todas las características y sistemas de las armas de fuego diseñadas hasta entonces.

Otro de sus doce hermanos, Wilhem, también armero y con las mismas inquietudes que Paul, trabajó varios años junto a él en el proyecto de un fusil militar de cerrojo. Dicha arma fue la que verdaderamente dio la fama al apellido Mauser, ya que este fusil o sus variantes, fue declarado reglamentario por la mayoría de los ejércitos del mundo. Adquirida cierta celebridad y fortuna, Paul y Wilhem Mauser adquirieron la fábrica de armas de Oberndorf en 1874, dedicándose durante varios años a la explotación de su invento. Posteriormente fundaron una sociedad que duraría hasta 1882, año en que murió Wilhem. Su hermano Paul quedó al frente de la empresa, fusionándose en 1895 con la Deutsche Waffen und Munitions Fabrik (Fábrica de Municiones del Ejército Alemán) ubicada en Berlín, surtiendo de armas a medio mundo. Pero la Mauser no sólo se limitó a la construcción de fusiles militares, sino que también fabricó pistolas semiautomáticas de renombre, como la C-96 que nos ocupa en este artículo, el Modelo 1914 y la célebre Luger P-08.

Oportunamente, cuando pensábamos interesar a los organismos patrimoniales fueguinos, escribimos dos Rastros en el diario El Sureño, dando cuenta de situaciones concatenadas. Entonces decíamos.


.“Muy pocas veces he tomado un arma en mi mano, pero nunca una que me confesara su trayectoria de vida y de muerte”

PRIMER RASTRO -1992


Don Hernán Cortés nos recibió en su casa de Temperley después de haber conversado con él en varias oportunidades sobre la vida de su abuelo. Queríamos saber algo más del destino de quien fuera altamente ponderado en los escritos de Juan Esteban Belza: Don Ramón Lucio Cortés. Hasta ese momento sólo habíamos tropezado con dificultades: sabíamos por los libros de la serie “En la isla de fuego” que su fallecimiento se había producido en Banfield el 17 de octubre de 1948, y con este dado concurrimos al cementerio de Lomas de Zamora: para encontrar la tumba primero, y luego los parientes que estarían a cargo de ella. Pero en Lomas no estaba sepultado. Ni en Remedios de Escalada, ni en Lanús. El diario La Unión no nos aportó noticias sobre el deceso de nuestro hombre, pese a que consultamos unos tres meses de aquel año , distrayéndonos con los anuncios que hablaban –el 27 de octubre de 1948-, en que el vapor Génova llegaba a Ushuaia la migración italiana.



Sabíamos que Ramón Lucio Cortes había sido Presidente del Concejo Deliberante de Lomas, y a su municipio fuimos ingresando por la Oficina de Prensa. Allí Danilo Manzini –el admirado cronista de internacionales de la Opinión- y Tito Medina me orientaron hacia la Subsecretaría de Gobierno; allí se me informó que tras el golpe del ’66 un coronel mandó a quemar archivos y entre los detalles rescatados aparecían los periodos en que nuestro hombre había sido concejal y algo más importante: Secretario de Obras Públicas. Digo más importante puesto que el edificio municipal, del que ese partido se enorgullece, fue construido durante su gestión: es un edificio que se muestra aún hoy holgado para dar cabida a los 3000 empleados que tiene esa comuna de 600.000 almas.

Hernán Cortés, hijo del ushuaiense Hernán Cortés, hijo a su vez de Ramón Lucio trabajaba allí cerca: era el administrador del Colegio “Presbítero Saenz”, que depende del obispado. Hernán había sido Secretario de Gobierno durante el proceso.

Por el supe que no era correcta la fecha que da Belza del deceso del abuelo, que la apasionante personalidad de este político conservador que antes fue Jefe Policial y del Presidio de Tierra del Fuego, en realidad... había muerto en 1958.

Pude juntarme así con documentación que considera interesante para perfilar su vida, incluso más allá de la experiencia fueguina.

Cortés nieto lamentaba la pérdida de la documentación de su antepasado, es la que Belza presenta en sus escritos, entre ella la libreta de apuntes personales sobre su incursiones en la Isla Grande. El Presidente del Instituto de Investigaciones Históricas Tierra del Fuego conservó la documentación y a su muerte, que estuvo precedida de una prolongada dolencia que limitó su conciencia, nada pudo hacerse para recuperar –la familia- los papeles del abuelo.

Quedé con Cortés en hacer de intermediario para averiguar si entre la anunciada donación de todos los bienes culturales que fueran del Instituto al Museo del Fin del Mundo, se encontraba la libreta que en Don Bosco 4002, solar de Almagro de los salesianos, nunca apareció, las consultas hechas telefónicamente a Pablo Zanola nos rieron respuestas negativas.

No obstante esto Hernán se siente halagado por el buen recuerdo del nombre del abuelo que existe en la nueva provincia, y tiene el porosito de trasladarse a Ushuaia para hacer entrega del arma que fuera de Ramón Lucio, y lo acompañara en toda su experiencia fueguina. Me acerco a una fotocopia de la carta que le cursara  el 11 de marzo de 1979 el Padre Belza, donde el previsión de la inauguración del Museo Territorial el 25 de mayo le sugería: “¡Qué bueno sería que aparecieran recuerdos de don Ramón L. Cortés! –y agregaba- “El gobierno fueguino recibe estas piezas en préstamo, custodio o donación, debidamente documentada”.

Le advertí a Hernán Cortés que el conocimiento de la existencia del arma, y de la intención de cederla, podría mover el celo de la institución policial sobre su custodia; en la misma conversación telefónica sostenida con Zanola éste me informó que ya todos los bienes históricos de la policía están en su esfera de competencia.

Y al fin: ¡aquí está el arma! Es una pistola Mauser con culatín en la que volqué mi curiosidad fotográfica para presentarla a todos ustedes. El estuche de madera que la encierra se inserta en la empuñadura y así se convierte en un pequeño fusil.

Con esta arma Ramón Lucio Cortés mató a Sekriot, a Capelo como le llamaban entonces, al Ona Guerrillero de la saga de Belza.

SEGUNDO RASTRO -1999

Mi primer conocimiento sobre la existencia de Sekriot fue con la lectura de un ejemplar de la revista Karukinká; era el número 5 correspondiente al mes de julio de 1973. Allí Juan Esteban Belza, director de la publicación, daba cuenta de un trabajo suyo con el título CAPELO:EL ONA GUERRILLERO, y los sucesos vividos recientemente por la argentinan hacían configurar cierta connotación positiva para la vida de aquel hombre.

Ese mismo artículo pasaría a integrar el primer tomo de EN LA ISLA DEL FUEGO, salido de imprentan en enero del años siguiente,  como capítulo 13, con el siguiente enunciado: “Una historia típica de un ona que ha conocido a los blancos, vive y pelea con ellos.”.

Nuestro último rastro sirvió para darles a conocer el escrito de Juan Muñiz, dado en 1952 en la Revista Argentina Austral, dando otras luces sobre la intepretación que pudo leerse cinco años antes al publicar Esteban Lucas Bridges su novela El último confín de la tierra.

Por ver que se apoyó en las crónicas salesianas para elaborar su narración, creimos conveniente ocuparnos hoy del mismo personaje y la trágica conjunción histórica en que se nos presenta, tomamos en directo los escritos inéditos de José María Beauvoir, que para el tiempo de aquellos sucesos sangrientos era el Director de la Misión de Nuestra Señora de La Candelaria, dónde Capello todavía se llama Copelo:

ASESINIO DE  JACOB SANMARTIN Y DE TRES COMPAÑEROS SUYOS EN EL CABO SAN PABLO (Septiembre 1894)

“En la breve permanencia del Vapor Torino y del querido superior en la Misión de Río Grande, tuvimos la visita  de un tal J.San Martín, persona conocida, y que era entonces empleado, como capataz, de la comisión de limites y residía en el río Alfa, cerca del Cabo Espíritu Santo. Había venido, decía para recorrer la línea, pero en realidad para trasladarse al Cabo S.Pablo y allí pararse una temporada para buscar en esa playa oro que dicen haber bastante. En efecto venía con seis hombres con caballos y mulas, con bastantes víveres y con todos los útiles para tal objeto. Formaba también parte de la comitiva un caballero, quien decía ser un conde polaco, decaído, el cual por haberse indispuesto en los dias anteriores por su salud delicada, parose en casa y por medio del vapor, volvía al Páramo de S.Sebastián, de dónde había salido. Antes que saliera el Torino, salió Sanmartín y su gente para el punto que estaban encaminados”.

“En los días que había parado en casa hablando de los Indios, varias veces me dijo que eran muye buenos y sencillos que nunca le habían hecho ningún mal, no temer nada de ellos, estar seguro, mas bien, decía , hemos de temer de los cristianos, él con los indios tener mucha confianza. Cuidado y mucho, mi querido amigo, le contestaba yo, hay que estar alerta siempre, porque cuando menos se lo pensara podrían hacerle un mal tiro. Escúcheme, pues, trátelos bien, por cuanto le es posible, pero se fie poco de ellos que son demasiado recelosos y nosotros de ellos también hemos de tener recelo. Con seres de tal clase, y que no se conocen, no es demasiado la prudencia que se ha de usar. Oh, no, pierda cuidado, Padre, insistía él, hace muchos años que trato con Indios, y se como he de llevar con ellos. En fín, Ud. sabrá, Señor Sanmartín; con todo si Ustede me escucha, estará  muy atento para que no le suceda, que Dios no lo quiera, que haya de arrepentirse mas tarde, y quizás cuando no haya mas remedio. Mas, “quos Dii perdere volut, dementat”, a los que Dios quiere perder, los ciega para que no vean los peligros en que se ponen temerariamente y allí caigan cuando se creían mas seguros de sí mismos. Así cabalmente es lo que sucedió al malogrado J. Sanmartín”.

“El 15 de agosto  despedido de nosotros partía con su gente, menos el Conde Polaco, que se quedó, y pasado en Río Grande, siguió a pequeñas jornadas hasta llegar cerca del Cabo San Pablo, donde sentó sus reales. Allí estaba como nos contó Miguel N., desde algunos días, cuando se les acercaron algunos indios y después otros y otros más, que a poca distancia también asentaron sus toldos y llegando en esos días a tener entre todos mucha familiaridad, visitándose mutuamente y admitiéndolos Sanmartín hasta en su carpa, dándoles carne, galleta, etc. Etc.  Eran dos o tres días que estaban en estas relaciones reciprocas, cuando una mañana vinieron mas temprano  de lo acostumbrado y arrimados al fuego, mientras Sanmartín como de costumbre, se preparaba a tomar su mate, a la señal dada, simultanemente se levantan y con un cuchillo que de improviso sacan deguellan a ese con otros dos, que, descuidados, estaban allí juntos al  fuego. Miguel que estaba en otro fuego, al sentirse agarrar por las espaldas, hace un esfuerzo instintivo, se sacude y deshace de las garars de un Indio que tentaba aplastarlo y mientras se levanta, ve relucir la hoja que degolalba a Sanmartín. Asustado, apenas con la sacudida se vió libre, dióse a correr hacia donde estaba pastando el caballo de guardia, lo agarra y montado en pelo se da a precipitosa fuga, no pensando más que en salvarse a sí mismo. Corre sin demora a donde los dos otros se habían quedado  a guardar la caballada, a una legua de distancia del lugar de la tragedia y con esos, arreando los caballos, caminan todo aquel día y la noche siguiente, hasta llegar a la margen del río y allí como no tuvieron paso lo vadearon, llegando a eso de las ocho a.m. a nuestra casa. Habíamos acabado de desayunarnos, cuando vimos llegar desde el río un individuo a caballo. Llegado se apea; se me acerca y reconozco en él a uno de los compañeros de Sanmartín. Creía venía por víveres, especialmente que atrás veíamos otros dos, que venían arreando caballos. Mas, dado el saludo al huesped  que llegaba, le pregunto que buen viento lo trae a Ud.?... Pero , con asombro y sentimiento veo que este con gran pena solo puede articular palabra: Ah! Padre, u-na desgracia nos ha su-cedido, me dice, mientras lohago entrar y presentándole una silla lo invito a sentarse, Oh! Una desgracia! Y cómo?, pero luego viéndolo tan conmovido y muy fatigado, oh! No hable por ahora, le digo, esta Ud. demasiado apenado, descanse un poco, después tomará una tasa de café con leche y enseguida hablará. Así lo hizo; pasados largos ratos algún poro repuesto, nos contó no sin verter unas cuantas lágrimas, y con frecuentes interrupciones, el hecho criminal que acababa de acontecerles. Pero; les pregunté yo, como fue esto? Les habrán dado Uds por acaso algún motivo?..  Los habrán hostigado, hecho algún desprecio, alguna amenaza?... quizás no habran tentado quitarles alguna criatura?, y a las mujeres, no les harían algún desaire, no las hablarían?.. Entonces Miguel N.N., que así se llamaba ese individuo y es un Dálmata, uno de los muchos llegados a estas playas en busca de oro, en la verdad, constestó, Sanmartín los admitía con demasiado facilidad en su carpa, e iba el mismo a los toldos de los indios, y se entretenía mucho con ellos; el otro día había tomado un niñito y había tentado llevárselo a despecho de la madre, que casi llorando se lo reclamaba; él se lo había devuelto pero diciéndole que más tarde lo habría llevado. Se dijo que esta mujer fue a decirlo a otra mujer y, quizas a su marido, y que la había amenazado. Pues bien, le añadí yo, que piensa hacer Ud.?.. –He venido, repuso él, para pedirle auxilio, cuatro o cinco hombres, caballos, rifles con bastantes municiones y volver allá pronto, hoy mismo si fuera posible, y ver si pudiera al menos salvar algo de lo que hemos dejado allá ya que no podemos salvar mas a Sanmartín y a sus compañeros. –Amigo ya es muy tarde , Ud., Ud. haría un hoy en el agua, pues si los indios no han degollado a esos tres, a esta hora han tenido tiempo sobrado para huirse y llevarse consigo todo lo que han creido conveniente, y a mas creo no equivocarme diciendo que lo que han estimado no hacerles falta, lo inutilizarían quemando; así que llegado Ud. allá no hallaría que poca ceniza y nada más. Por otro lado a un supuesto posible se pudiera alcanzar todavía los Indios, yo no tengo nada de lo que Ud. me pide; no los rifles, sino tan solo y estrictamente los que podríamos nosotros necesitar en caso extremo; no caballos, porque los pocos que tengo estan muy trabajados y son los que necesito para cada día  para el servicio de la casa, y mucho menos puedo emprestarle hombres, por que somos los puro necesarios para defendernos en casode ataque; así que como Ud. ve me es imposible despojarme a mi para dar a Ud. Además sabe Ud. considerar que teniendo acampados alrededor de la casa mas de setenta indios, sería muy imprudente el salir yo, tanto, como madar mi gente para acompañaros.  Qué dirían estos Indios al vernos salir para pelear a sus compañeros? No sería casi como un desafiarlos, un exitarlos a que se levantasen?... Lo único que yo les aconsejoes que mande uno de sus hombres al Páramo y a la Comisaría de San Sebastián, yo les daría un hombre para que le acompañase y le daría carta de recomendación  para ambos estos dos puntos solicitando un pronto auxilio. Es lo más atinado y lo único que está ocasión se puede hacer. El pobre no supo que replicar a tales razones. Convino conmigo. Así que escribí las dos cartas dándo una lacónica relación del crimen cometido en San Pablo y pidiéndo un pronto envío de gente para averiguarlo todo y remediarlo en lo que fuera posible. El mientras tanto y un peón suyo se quedaron en casa, huéspedes nuestros. Después de diez días de esperar llegaron de S.Sebastián ocho hombres, cinco mandados del Páramo y tres con el juez de paz de la Comisaría. En casa se pararon dos días. Quería el juez que yo mismo le acompañara y me costó poco hacerle comprender lo desatinado y peligroso que sería si yo abandonara en semejante coyuntura mi casa para meterme en cosa, que no era de nuestro asunto, tanto mas que los indios continuaban a ocupar los alrededores lo estaban observando todo minuciosamente. Que por otro lado mi ida había sido inutil, no lo remediaría nada, como nada le dañaría el quedarme. Y que él tan solo tendría que trasladarse al lugar del crimen para constatarlo y verlo personalmente para levantar enseguida el sumario debido y que ningún rastro allí encontraría sino pocas cenizas. El hecho comprobó verídico mi aserto. Fueron allá y después de tres días estaban de vuelta sin haber olido ni rastro de los indios, sino solo y al pie de la letra lo que les había predicho”.


“Vueltos estuvieron otros dos días descanzando y al amanecer del tercer día marcharon, dejándonos de menos en premio del servicio prestado un saco de galletas, unos doscientos kg de carne, un caballo emprestado y no vuelto más, y varias otras cosas. De rendir gracias no se hable, se las debemos nosotros a ellos. El hecho acontecía en la primera mitad del mes de septiembre de 1894”.

“Se dijo que el protagonista había sido el Indio Copelo con su tribu; pero lo cieto no se pudo aun averiguarlo. Nos dijeron después de varios mese que ee Copelo, ya nuestro conocido desde marzo p.p. y de quien hablamos, cometido ese crimen se había entrado en los montes y poco a poco se había llegado a las cercanías del canal de Beagle y penetrado en la estancia del es-ministro protestante Mister Breadges y amenaznado al dueño, si no le daba lo que le pedía, pegar el fuego a todas sus casas. Este mister envió luego y secretamente uno de los peones a la vecina Ushuaia a dar cuenta y pedir auxilio a la Policía. De allí partió enseguida el jefe con unos gendarmes y sorprendieron improvisadamente  a los Indios y como tentasen de evadirse mataron a unos cuantos y entre estos a Copelo, que el mismo jefe de cuyas manos había logrado escaparse, quitó de esta vida con dos tiros de revolver”.

“Contáronos mas tarde que ese Copelo había ideado dar un golpe a la Estancia del expastor inglés y después venirse a repetirlo a la Misión de Río Grande. Si es verdad que esto hubiera dicho o ideado, había hecho las cuentas antes de tiempo; no sabía el desdichado que si el hombre propone es Dios quien dispone”.

CONSIDERACIONES PARCIALES

Es de una relación estimulante para comprender diversos aspectos de la relación blanco-indígenas en la primera hora de la colonicación el continuar de futuro aportando referencias a la corta pero enérgica entrada de Sekriot en la historia fueguina.

Pero sobre lo leido de la pluma de Beauvoir quedan algunas consideraciones, que bien pueden ser las aportadas en el tiempo por Belza, al decir que:

“El episodio de Capelo trajo aparejadas algunas consecuencias. Entre otras, lo dificil que iba a resultar, errores aparte, conjugar las funciones de la policía con las de los misioneros. Ambas partes debían cumplir su deber, pero aun cumpliéndolo correctamente a cada rato se iban a encontrar en peligro de enfrentamiento. La policía no podía permitir  el avasallamiento de las leyes de la Nación. Los misioneros querían colaborar en esta campaña, pero no podían realizar ningún acto que les enajenase el aprecio de los indios a quienes debían educar aun con riesgo de sus vidas”.

Dejamos contancias que Beauvoir en razón de ser capellán de la gobernación fueguina debía subordinación a las autoridades públicas, situación de la cual no dio frecuente satisfacción, circunstancia que tampoco lo llevó a visitar siquiera -con la frecuencia que se le pedía- la capital territorial.

“En septiembre del 94, llegó a San Sebastián una delegación policial y de allí se vino a Río Grande con el juez (¿Javier Soldani?), ocho en total, para realizar el sumario. Beauvoir los hospedó y los proveyó de vituallas, pero no colaboró en la medida que los funcionarios exigían y las relaciones quedaron tensas. Y esta tensión aumentó al poco tiempo por el asesinato de dos peones de una estancia chilena”.


Ficha Técnica de esta pistola:

-Fabricante: Mauser
-Origen: Oberndorf (Alemania)
-Fecha de fabricación: 1896 – 1918
-Sistema de acción: Semiautomático
-Largo total: 30,5cm
-Largo del cañón: 14cm
-Peso: 1.275 gramos
-Calibre: 7.63mm Mauser
-Capacidad de carga: 10 cartuchos
-Empuñadura: Madera de roble
-Ánima: 4 estrías

Los restos de Sekriot/Capello están depositados en el Museo de La Plata, y durante muchos años figuraban en exhibición.


El propietario de la pistola en una reciente visita al Stand de Tierra del Fuego en la Feria del Libro.