martes, 9 de septiembre de 2014

41.- La trucha de la peluquería.



Alberto Andrés Mendoza atesora en una de las paredes de su peluquería de la calle Bilbao este hermoso ejemplar embalsamado de una Trucha Marrón.
Alberto nació en el Chaco, en un pueblito llamado Presidencia Roca, muy cercano a Pampa del Infierno; creció en Buenos Aires y a los 17 años comenzó a enraizarse con este norte fueguino.
Muchos lo conocieron trabajando para Cayetano Zalazar, el decano de los peluqueros locales, al que mejor se identifica como El Chango.



Con él suelen encontrarse por las mañana a caminar; Alberto viene del fondo de Belgrano y El Changuito lo espera en la esquina de esta arteria con Perito Moreno. Allí hablan de la vida.
La trucha fue pescada por Héctor “Saquito” Mansilla el 24 de abril de 1985, en aguas del Lago Deseado, naciente del Río Grande, sector chileno. 



Así lo dice una placa escondida bajo la cola. Pesó en su momento 9 kilos y con esa calidad de forma y peso, más el arte del taxidermista se la veía en el quincho de Jorge Mullins.


Cuando el gringo emigró la dejó de regalo a Alberto, su peluquero; temía que se fuera a romper algunas de las aletas prolijamente trabajadas.


En un retorno Mullins fue a verlo a Mendoza, por razones profesionales, y en algún momento preguntó si se la podía llevar. Allí le dijeron que los regalos no se devuelve, y de esta forma ingresa a nuestro Museo Virtual.


La trucha marrón, o salmo trutta, es una de las preciadas piezas que pueden obtenerse en nuestra isla, espacio en el que fueron sembradas por los años 30.
Saquito trabajó largos años de mozo en el Hotel Los Yaganes donde fue compartiendo sus conocimientos y habilidades con los pasajeros que llegaban a nuestro lugar.


Con el tiempo creció en él el interés por la pesca con mosca –con devolución- armando una mosca “campeona” que mereció el elogio de un gran pescador internacional Mel Krieger.


Los Mullins son una familia de origen inglés arraigados a nuestro sur desde diversas actividades comerciales, en un primer momento estaban encargados del mítico Tropezón, el hotel de campo en las inmediaciones del puente colgante. Con los años Jorge pasó por la política y llegó a ser concejal por la Agrupación Vecinal.



Valió la pena encontrar quien embalsamara tamaño ejemplar, pero hubiera sido preferible encontrar alguien que la cocinara.