Por esto de que uno
no consigue estacionamiento cerca de su lugar de destino fui murando vidrieras
una de las primeras tardes de primavera y me encontré con este objeto, lucía en
una de las grandes vidrieras de Lli-hue, la regalería situada en la esquina de
Rivadavia y Laserre.
Junto a los
productos en venta se entremezclaban objetos antiguos, algunos sumamente
atractivo pero este sifón respondía a la demanda que hacemos desde este blog.
Un sifón en buen
estado de conservación con la marca de La pradera.
La Pradera en mi
infancia puntarenense era la bebida gaseosa por excelencia. De fabricación
regional se consumía, al menos en mi familia, para las fiestas; aunque en otros
lugares mas pudientes era un componente diarios.
Recuerdo en los
patios las “jabas” –así se llamaban a los cajones que reunían doce envases-
esperando al repartidor. Eran botellitas esbeltas, bastante parecidas a las de
cerveza Pilsen, también envasadas regionalmente.
¡Pero esto era un
sifón!
Al sifón lo vine a
descubrir en mi regreso a Río Grande –mayo de 1960- no faltaba en ninguna mesa
y menos en la cantina del Bar Colo-Colo de propiedad de mi tío Abraham Vasquez
Guenuel, casado con Francisca Sara Martinovich Martínovich, hermana de mi
madre.
De entrada recibí
una advertencia: ¡Cuidado que no vaya a explotar, son terribles los sifonazos!
Y esa palabra la
encontré incorporada también al vocabulario futbolístico, en la canchita se
podía decir, pelotazo, taponazo, pero lo terrible era el sifonazo.
Ya cercano a mis 20
años experimenté lo que podía ser eso: Un sifón estalló en el asiento trasero
de un auto al ararncar violentamente, chocaron uno con otro, y el vehículo se
llenó de la gruesa sal del vidrio molido.
Al rato me di
cuenta que mi meñique de la mano izquierda sangraba, me lo curaron con la
gotita. ¡No lo podía creer! La cicatriz me devuelve cotidianamente este
recuerdo.
Es que los sifones
estaban ligado a la existencia de la soda, de la cual en esa infancia
puntarenense no tenía mayor noticia. Había, eso sí, un lugar distinguido para
visitar –una “fuente de soda”- se
llamaba C' est si bon...
llamaba C' est si bon...
El sifón dejaba evidencia
que los intercambios de costumbres en espacios de frontera. En un lugar cercano
a argentina se intentó instalar este consumo.
En Río Grande solía
leer la identificación comercial de los diversos sifones, venían de lejanas
ciudades y provincia de las cuales nunca había tenido noticia, y hasta de otros
países.., pero nunca una que fuera de Soda La Pradera.
Las fotos evidencia
ese origen y se destino, una calle de Buenos Aires entre los fabricantes, la
cabeza del sifón construida con estaño, libre de plomo..
“Y de La Pradera, ¿que
podía averiguar más? Internet me dio escasas respuestas, los amigos
magallánicos parecían estar en otra cosa, pero hubo uno Mario Isidro Moreno,
reconocido escritor regional, al que no le podía faltar el dato; y ven lo que puso
Facebook mediante”:
“
La fábrica de Bebidas La Pradera, estaba ubicada en Avenida Colón 850 en Punta Arenas. Participó en la Exposición Industrial de Punta Arenas en el año 1927 y obtuvo el Gran Premio Exposición Nacional Magallanes 1934. Su teléfono era el 22754 y las bebidas, con distintos sabores, las fabricaba en base a azúcar, esencia, ácido cítrico y gas en envases de 285 Grs”.
“Los sabores eran tuti frutti, plátano, piña, naranja y cola champaña”.
Yo tenía presente su slogan comercial: “¡La bebida refrescante verdadera!
Aunque algo después nos llegó en este soporte de madera, la imagen de una botella, en otro sabor..