El primer Sapo
que recuerdo estaba en una galería del Colegio Ceferino Namuncurá, acudíamos a
él los jugadores de bolita y nos preguntábamos cuando podríamos incursionar en
las habilidades que el mismo nos exigía. Los curas eran remisos porque se recordaba
que en unos años anteriores alguien le habría propinado un fuerte golpe en la
cabeza con uno de los tejos de bronce a uno de los contrincantes.
Pero con la
llegada del padre José Forgacz se
liberalizó su uso, pero solo en los recreos largos o los días en que faltaba
una maestra, cosa que era algo muy extraño.
Un día le
hicimos creer a un grandulón que los tejos eran de oro, ese día cuando se
fueron a devolver faltaba uno.
Se nos requisó
exhaustivamente, hasta que se descubrió al pérfido rufián, que no contenía sus
lágrimas con la pieza de bronce bajo su lengua. ¡Se puso a llorar y dijo que en
su casa estaban pasando hambre mientras aquí, los curas, amontonaban oro para
ser usados en un juguete!
El segundo Sapo
estaba en casa de mi primo y padrino Oscar Martinovich, en isla Kruger, era un
envite a la precisión sobre todo cuando iba aumentando la ingesta de bebidas
espirituosas.
No es fácil
acertar con los tejos, el proyectil cae por un plano inclinado y se van sumando
puntos. Se tiene por lo general seis piezas para demostrar habilidad.
Los más difíciles
son el Sapo propiamente dicho y la máscara –también conocida como la vieja- de la pared del fondo del juego.
En Wikipedia se
dice:
Hay quienes le atribuyen el origen de este juego a
una antigua leyenda Inca. En esta cultura los sapos eran venerados por sus
poderes mágicos. En los días festivos se arrojaban piezas de oro en los lagos,
siendo que si un sapo saltaba y comía la pieza, este se convertía en oro y se
le concedía un deseo al tirador.
En homenaje a tantos deseos hechos realidad, el
Inca manda a construir un gran Sapu de oro, con el cual se divertía toda la
realeza. Era un juego de suspenso y destreza, donde la danza y la alegría se
mezclaban en un solo rito: PUKLLAY SAPU (jugar sapu). Desde hace tres siglos se
conoce en Francia, el juego llamado “Le Tonneau” que no es otra cosa que tonel
o barril, elemento que era utilizado para la estructura del juego. Liego el
juego comenzaría a llamarse “La Grenouille” (rana).
En el Perú y Colombia, los juegos carecen del
elemento “vieja”, que fuera introducido con el correr del tiempo en la
Argentina convirtiéndose en el objetivo más valioso del juego.
Las reglas son
variantes, según el acuerdo entre los jugadores. En algunos ámbitos sirve para
hacer apuestas, de dinero o más simples: como eso del que gana no paga la
bebida que consumió en la vuelta.
Hay un Sapo que está a la venta en la esquina
de Rosales y Espora, el comercio deportivo de Bocha Castellano, en tanto que es
objeto de atención este que pertenece al Centro de Jubilados Ley 244, tal cual
lo muestra su Presidente: Fernando Arturo Barría Osorio.