martes, 26 de abril de 2016

059.-El sapo.



El primer Sapo que recuerdo estaba en una galería del Colegio Ceferino Namuncurá, acudíamos a él los jugadores de bolita y nos preguntábamos cuando podríamos incursionar en las habilidades que el mismo nos exigía. Los curas eran remisos porque se recordaba que en unos años anteriores alguien le habría propinado un fuerte golpe en la cabeza con uno de los tejos de bronce a uno de los contrincantes.

Pero con la llegada del padre José Forgacz  se liberalizó su uso, pero solo en los recreos largos o los días en que faltaba una maestra, cosa que era algo muy extraño.

Un día le hicimos creer a un grandulón que los tejos eran de oro, ese día cuando se fueron a devolver faltaba uno.




Se nos requisó exhaustivamente, hasta que se descubrió al pérfido rufián, que no contenía sus lágrimas con la pieza de bronce bajo su lengua. ¡Se puso a llorar y dijo que en su casa estaban pasando hambre mientras aquí, los curas, amontonaban oro para ser usados en un juguete!

El segundo Sapo estaba en casa de mi primo y padrino Oscar Martinovich, en isla Kruger, era un envite a la precisión sobre todo cuando iba aumentando la ingesta de bebidas espirituosas.

No es fácil acertar con los tejos, el proyectil cae por un plano inclinado y se van sumando puntos. Se tiene por lo general seis piezas para demostrar habilidad.

Los más difíciles son el Sapo propiamente dicho y la máscara –también conocida como la vieja-  de la pared del fondo del juego.


En Wikipedia se dice:

Hay quienes le atribuyen el origen de este juego a una antigua leyenda Inca. En esta cultura los sapos eran venerados por sus poderes mágicos. En los días festivos se arrojaban piezas de oro en los lagos, siendo que si un sapo saltaba y comía la pieza, este se convertía en oro y se le concedía un deseo al tirador.
En homenaje a tantos deseos hechos realidad, el Inca manda a construir un gran Sapu de oro, con el cual se divertía toda la realeza. Era un juego de suspenso y destreza, donde la danza y la alegría se mezclaban en un solo rito: PUKLLAY SAPU (jugar sapu). Desde hace tres siglos se conoce en Francia, el juego llamado “Le Tonneau” que no es otra cosa que tonel o barril, elemento que era utilizado para la estructura del juego. Liego el juego comenzaría a llamarse “La Grenouille” (rana).
En el Perú y Colombia, los juegos carecen del elemento “vieja”, que fuera introducido con el correr del tiempo en la Argentina convirtiéndose en el objetivo más valioso del juego.
Las reglas son variantes, según el acuerdo entre los jugadores. En algunos ámbitos sirve para hacer apuestas, de dinero o más simples: como eso del que gana no paga la bebida que consumió en la vuelta.



 Hay un Sapo que está a la venta en la esquina de Rosales y Espora, el comercio deportivo de Bocha Castellano, en tanto que es objeto de atención este que pertenece al Centro de Jubilados Ley 244, tal cual lo muestra su Presidente: Fernando Arturo Barría Osorio.