A pocos días del fallecimiento de uno de los dos emblemáticos canillitas de Río Grande, en este caso del riocuartense Carlos Cuello, tomé conocimiento de la existencia en la que había sido su residencia por los últimos años de su vida de una inesperada colección de sus trabajos donde se hace con singular maestría una producción estéticas ligada a sus creciencias, y valores, a lo muchos que debe haber indagado en un tema en que generalmente dejamos de involucrarnos ni bien terminamos el primer año del secundario.
Carlos tenía en ese recinto prolijamente resguardados en cajas las figuras que nos remontan al antiguo mundo espiritual de la tierra de los faraones, y Rita Tardón, manejaba con gran delicadeza cada una de estas piezas que ocupaban la mayor parte del luegar donde Cuello vivía, por gentileza de Doña Teo, la madre de Rita, vecina lamentablemente ya fallecida nervio motor en su momento del Hotel Coihue ya desafectado como tal.
Como si viajaramos en el tiempo y el espacio yo comencé a sentir que no estábamos aquí, que Cuello había sido un desconocido, pero no por ello un producto de este lugar, tan pródigo en recibir soledades, y en el cual nos encerramos con nuestras verdades y nuestros misterios.
Y así como alguien llega con una mediano aprender y se proyecta hasta un fácil reconocimiento comunitarios, están otros que pueden en Río Grande tener una madurez interior que puede pasar inadvertida por los que solo lo ven como un transhumante.
¿Qué diferencia podemos encontrar entre un hacedor y su obra?
A Carlos lo hemos visto circulas por nuestras calles, ora caminando, ora en una moto, y también en su bicicleta.
Era uno de nuestros lugreños -tribu de la cual nos fuimos ocupando hace algunos años, y sobre los cuales parece que tendemos a desvalorizarlos por visibilizarse sin ser automovilista, Categoría que fue reemplazando a los antiguos nómades que poblaron acestramente este espacio isleño.
Y ahora que sus obras se encuentran bajo resguardo soltamos la lengua y hablamos de él, como un prólogo a lo que podrán decir más detalladamente, la gente que sabe, en cuando se hagan visibles, como lo merecen más allá de la sustracción a la intimidad en la cual nacieron.
Estás son algunas muestras que los trabajos que ha dejado, Carlos Cuello, el hombre de la bicicleta.
De las dos que ha dejado mostramos una, que quedó tuneada más recientemente.
Mostrando aquí su aprendizaje del coreano, situaión que en la que se entremezclan pasiones.
Y algunas esperas.
Y las inscripciones de su puerta que tal vez ejercían un alo protector sobre sus misterios.
Carlitos, un misterio... De maestro Mayor de Obras a Cadete de El Sureño en los inicios, luego canillita por el resto de su vida, y trascendiendo más allá de su partida rodeado de sus tesoros ocultos, como los antiguos faraones...
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