ACTO UNICO 
     
    (Una cocina modesta: mesa, sillas, un almanaque. Al comenzar la acción,
    Aurora está preparando la comida.) 
     
    AURORA 
    Ah, la vida es como los viejos enseres de una casa...Comprarlos cuesta
    caro, pero después, cuando la necesidad obliga a desprenderse de ellos, una
    tiene que venderlos por nada...Y mientras tanto, vuelan raros objetos por
    el cielo, los jóvenes bailan esas cosas frenéticas, las papas vienen de
    Holanda...Las vacas argentinas tienen aftosa y en Inglaterra no las
    quieren...No entiendo...En el país hay cada vez más políticos y menos
    gobierno, más economistas y menos dinero, más abogados y menos justicia... 
     
    (Entra Ramón con sobretodo, sombrero y bufanda, empapado y tiritando de
    frío) 
     
    RAMON 
    ¡Qué noche de perros! 
     
    AURORA 
    Sí, llueve. ¿Cobraste? 
     
    RAMON 
    Llueve y sopla un viento frío que se te cuela hasta los huesos. ¿No llegará
    nunca la primavera? 
     
    AURORA 
    ¿Te pagaron? 
     
    RAMON 
    ¿Y me lo preguntás? 
     
    AURORA 
    Sí, ya me imagino... 
     
    RAMON 
    ¿Entonces...? (Pausa) Estoy achuchado. 
     
    AURORA 
    ¿Qué te dijeron? 
     
    RAMON 
    Qué sé yo, lo de siempre...La semana que viene. 
     
    AURORA 
    Hace dos meses que están con la misma historia. 
     
    RAMON 
    Ya lo sé...¿Qué querés que haga? Yo no escribo esa historia. 
     
    AURORA 
    (Extrañada) ¿Qué tiene que ver...? 
     
    RAMON 
    Mirá, cambiemos de tema, querés? No me siento bien... 
     
    AURORA 
    ¿Qué te pasa? 
     
    RAMON 
    Nada... 
     
    AURORA 
    ¡Menos mal que tenemos al profesor como pensionista! ¿Te acordás que vos no
    querías? 
     
    RAMON 
    Yo no podía adivinar... 
     
    AURORA 
    Gracias a él nos defendemos. 
     
    RAMON 
    ¿Nos defendemos? 
     
    AURORA 
    Vamos tirando, al menos. En fin, ya saldremos de ésta... 
  
  
 
 
RAMON 
Sí, con los pies para adelante. 
 
AURORA 
Hemos salido de otras peores. 
 
RAMON 
Cuando éramos más jóvenes, Aurora. Cuando se es joven se puede dar la
    espalda a muchas dificultades. ¡Qué sé yo...! El invierno, por
    ejemplo...¿Qué importancia tenía? 
 
AURORA 
Si por lo menos a mamá le pagaran la pensión. 
 
RAMON 
¡La pensión! ¡No te hagás ilusiones! Si no nos pagan a nosotros, menos les
    van a pagar a los jubilados. 
 
AURORA 
Le deben casi un año. 
 
RAMON 
No creo que les importe mucho. ¿Te das cuenta? ¿De qué se creen que
    vivimos, de que vive la gente? ¡Ellos no saben que tenemos el pensionista!
    ¡A veces me dan ganas de mandar todo a la mierda! 
 
AURORA 
Bueno, no te pongás así... 
 
RAMON 
¿Y cómo querés que me ponga? ¡Si encima vos sos la primera en meter el dedo
    en la llaga! Llego de la calle empapado, muerto de frío, y ni siquiera me
    prestás atención...Lo primero que hacés, lo único que hacés, es preguntarme
    si cobré...¡Como si no me conociera en la cara, en las manos vacías, en los
    zapatos, que no cobré! 
 
AURORA 
¡Ahora te la agarrás conmigo! 
 
RAMON 
No, vieja, no me la agarro con vos, pero reconocé que te empeñás en nombrar
    la soga en casa del ahorcado. 
 
AURORA 
Está bien, está bien...No te preguntaré nada. 
 
RAMON 
¿Sabés lo que me saca de quicio, Aurora? Si en este país hubiera hambre,
    pero hambre en serio, quiero decir, hambre para todos, yo entendería lo que
    pasa. Incluso aceptaría nuestra hambre con resignación. Casi con alegría,
    porque sentiría que estaba poniéndole el hombro a algo, y que era justo que
    así fuese...Pero lo que me subleva es saber que en este preciso momento hay
    tipos que están haciendo su agosto, lucrando con tu hambre, vieja,
    eructando de llenos... 
 
AURORA 
Bueno, no es para tanto, Ramón. No estamos pasando hambre. 
 
RAMON 
(Abrumado) No entendés nada, vieja. 
 
AURORA 
¿Qué ganarías con que otros estuviesen tan mal como nosotros? (Pausa) 
 
RAMON 
No sé. Sería justo. 
 
AURORA 
En fin...¿Querés un café bien caliente? 
 
RAMON 
Si ya está hecho, sí. Y, por favor, preparame la bolsa de agua caliente.
    Tengo los pies helados y en esta casa hace un frío de mil demonios. 
 
AURORA 
No puedo Ramón. Se rompió. 
 
RAMON 
¿Cómo, se rompió? 
 
AURORA 
Sí, se rompió. Ya estaba muy gastada, la pobre. Esta tarde fui a cargar
    para ponérmela en la falda mientras tejía y empezó a chorrear como una
    regadera. 
 
RAMON 
Y, bueno; preparame la otra... 
 
AURORA 
¿Qué otra? 
 
RAMON 
Querida, en casa hay dos bolsas de agua caliente. Siempre la ha habido. 
 
AURORA 
Sí, pero...La otra la tiene mamá. 
 
RAMON 
¿Qué le pasa? ¿Está enferma? 
 
AURORA 
No. 
 
RAMON 
Pedísela, entonces. 
 
AURORA 
Pero, Ramón, ¿cómo se la voy a pedir...? Siempre la usa ella. 
 
RAMON 
¿Y a mí qué me importa que siempre la use ella? 
 
AURORA 
¡Ramón! 
 
RAMON 
No soy un desconsiderado, Aurora. Te digo que estoy muerto de frío,
    achuchado. Creo que tengo un poco de fiebre... 
 
AURORA 
A ver...(Le toca la frente) Sí, unas décimas quizás... 
 
RAMON 
¿Te das cuenta? 
 
AURORA 
Es que...Vos no te ponés nunca bolsa de agua caliente. 
 
RAMON 
Precisamente. ¡Caramba, ésta es mi casa! Me parece que tengo derecho, que
    es lo justo. 
 
AURORA 
Sí, sí, tenés derecho, es lo justo...Pero ella es mi madre y es una mujer
    vieja. Vos sabés que todos los viejos son un poco maniáticos...Hay que
    respetarla. 
 
RAMON 
¡Pero, carajo...! ¿Estamos todos locos? ¿Yo no la respeto? 
 
AURORA 
No es eso... 
 
RAMON 
¿Te parece una falta de respeto pedirle que me preste mi bolsa? 
 
AURORA 
Bueno, está bien, voy a pedírsela...Poné agua a calentar y cuidá que no
    hierva el café. (Saliendo) Vas a ver que vamos a tener un lío. 
 
RAMON 
(Solo) ¡Un lío! ¡Esto es el colmo! Yo ya no entiendo nada...Claro, las
    cosas han cambiado...Y, sobre todo, yo he cambiado. A medida que uno
    envejece, necesita más cosas. Peor poseer las cosas es ser poseído por
    ellas; servirse de las cosas, es servirlas. No es justo. ¿Cómo hacer,
    simplemente, para usarlas? ¿Para usarnos, sin poseernos? 
 
(Mientras habla, pone el agua a calentar, se sirve el café en una taza y
    comienza a tomarlo a pequeños sorbos. Entran Aurora y doña Gertrudis, esta
    última apretando una bolsa de agua caliente contra su pecho) 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Oiga, Ramón...¿Está enfermo? 
 
RAMON 
No ando bien, doña Gertrudis. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
No ha de ser nada. 
 
RAMON 
Seguramente, pero no me siento bien. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Mire, esta bolsa la tengo yo... 
 
RAMON 
Sí, ya lo sé. ¿Le explicó Aurora? 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¿Explicarme? Sí, me dijo que usted no andaba bien. Y, dicho sea de paso, se
    hizo la sorprendida cuando me vio con la bolsa. 
 
AURORA 
¡Mamá! 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Ustedes saben que yo siempre uso esta bolsa. 
 
RAMON 
¿Me la puede prestar por esta noche? Mañana compraremos otra. 
 
AURORA 
Ramón está enfermo, mamá. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Los hombres no usan bolsa de agua caliente. 
 
RAMON 
(Reprimiéndose) ¿Sabe lo que pasa, Doña Gertrudis? Recién llego de la calle
    y no me siento nada bien. Creo que tengo un poco de fiebre. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Mi difunto esposo era fuerte como un roble y jamás lo vi ponerse una bolsa
    de agua caliente. Ni siquiera usaba camiseta en invierno. 
 
AURORA 
¿Qué tiene que ver, mamá? 
 
RAMON 
¡Pero se murió de pulmonía a los cuarenta años! 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¡No diga estupideces! ¡Eso fue porque se cayó al agua! 
 
RAMON 
¡Y a mí me han caído toneladas de agua encima! 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Los hombres de ahora...En mis tiempos, no sólo se respetaba a las damas,
    más aún si eran ancianas, sino que los hombres eran verdaderos hombres.
    Hombres y caballeros. 
 
RAMON 
Señora...¿Quiere darme mi bolsa? 
  
 
AURORA 
Por favor, no discutan de esa manera por una pavada. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Mire, métase en la cama. Es lo mejor que puede hacer. 
 
RAMON 
¡No tengo ganas de meterme en la cama! ¿Me hace el favor de darme la bolsa? 
 
DOÑA GERTRUDIS 
No. 
 
RAMON 
Señora, le conocía muchos defectos, pero no la creía capaz de este egoísmo
    monstruoso... 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¿Cómo dice...? ¡Usted es un desconsiderado! ¡Por mí puede morirse de frío!
    ¡No le daré la bolsa! 
 
RAMON 
¡Sí me la dará! ¡Ya lo creo que me la dará! 
 
AURORA 
¿Pero se han vuelto locos los dos? 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¿Y vos dejás que me grite de este modo? 
 
AURORA 
(Suplicante) Mamá... 
 
DOÑA GERTRUDIS 
(Sollozante) Claro, como soy una pobre vieja inútil...Como me mantiene de
    lástima...Como ni siquiera cobro la pensión... 
 
AURORA 
Mamá... 
 
RAMON 
No diga pavadas, señora. 
 
AURORA 
Dejala, Ramón. ¿No ves que está llorando? 
 
RAMON 
Bah, lágrimas de cocodrilo... 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Ya me voy a ir de esta casa. O mejor todavía, me voy a morir... 
 
RAMON 
¿No le parece que esto es absurdo, desproporcionado? 
 
DOÑA GERTRUDIS 
No me dirija la palabra. 
 
AURORA 
Basta, Ramón. 
 
RAMON 
Basta, sí, basta. Será lo mejor. Quédese con la bolsa, señora. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
No necesito su permiso. 
 
AURORA 
¡Por favor! ¡No comencemos otra vez! 
 
RAMON 
Me voy a recostar un poco, Aurora. 
 
AURORA 
Bueno, viejo. Tomate dos genioles y ponete el termómetro. 
 
RAMON 
Avisame cuando esté lista la comida. (Sale) 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Te digo en serio, Aurora, que me voy a ir de esta casa. No sé adónde, pero
    me voy a ir. 
 
AURORA 
No me aflijas más de lo que estoy, mamá. No digas tonterías. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Después de lo de esta noche... 
 
AURORA 
Ramón te aprecia mucho. Nunca habían discutido antes de hoy. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Entonces, es un loco. ¡Pobre hija! No sé cómo lo aguantás... 
 
AURORA 
No debés hablar de ese modo. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¿Pero no te das cuenta de que es un maniático? 
 
AURORA 
¡Basta, mamá! Vos sabés que Ramón no es un loco. La plata no alcanza, hace
    dos meses que no le pagan el sueldo y ni siquiera sabe cuándo se lo van a
    pagar. Está preocupado, eso es todo. Y encima, hoy no se siente bien. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Debería buscarse otro trabajo, una changa. 
 
AURORA 
Mamá... 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Hay tanta gente que tiene dos empleos...Hoy día es la única forma de ir
    tirando... 
 
AURORA 
También hay mucha gente que no tiene ningún trabajo. ¡Linda época para
    conseguir otro empleo! 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Sí, tenés razón. Se tendría que haber acordado antes... 
 
AURORA 
¿Hablamos de otra cosa? 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¡Menos mal que no estaba el profesor! Un hombre tan fino, tan
    educado...(Pausa. Aurora no contesta) Mirá la opinión que se hubiera
    formado de nosotros si oía los gritos y lo veía a Ramón enloquecido, con
    los ojos fuera de las órbitas, babeándose, como quien dice... 
 
AURORA 
¡Basta, mamá! 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Está bien, está bien...Ni siquiera hablar se puede. ¿Qué hay de comer? 
 
AURORA 
Albóndigas. 
 
(Se oye la puerta de calle que se abre y se cierra) 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¿Escuchaste la puerta? Debe ser el profesor... 
 
AURORA 
Sí, debe ser él. 
 
(Entra el profesor Morales) 
 
MORALES 
(A Aurora) Buenas noches, señora. 
 
AURORA 
Buenas noches. 
 
MORALES 
¿Cómo está usted, doña Gertrudis? 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¿Qué tal, profesor? Al fin veo una cara sonriente en esta casa... 
 
MORALES 
Usted sabe, señora Gertrudis, que yo acepto filosóficamente los eventos
    existenciales...La filosofía, amables señoras, es la alforja de Crates, el
    manto de Antístenes, el tonel de Diógenes... 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¿Oís Aurora? Con filosofía, como cuadra a un hombre ilustrado,, a un
    caballero... 
 
MORALES 
Gracias, señora Gertrudis. Es usted siempre tan indulgente... 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¿Cómo le fue hoy en sus clases? 
 
MORALES 
Ah, no me hable...Hoy, mi filosofía estuvo a punto de derrumbarse. Tuve
    clase de francés en ese Colegio de Avellaneda...¡Ese colegio! Les juro que
    a fin de año renuncio y no me ven más el pelo ¡Todos cabecitas negras!
    Discúlpenme, pero ésa es la única expresión que se me ocurre... 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Me imagino...¡Qué chusma! 
 
MORALES 
Les empecé a recitar ese maravillosos poema de Lamartine, ese de
    "Pourquoi le prononcer, ce nom de la Patrie? - Dans son brillant exil,
    mon coeur en a frémi...", y de repente uno de esos cuadrúpedos hizo un
    ruido obsceno, y todos se pusieron a reír como hienas...Ya no pude más,
    después fue imposible organizar la clase... 
 
DOÑA GERTRUDIS 
¡Qué gente asquerosa, con perdón de la palabra! 
 
MORALES 
Ya lo decía Luciano de Samosata en su Diálogo del Pescador o de los
    Resucitados -que por ambos nombres se conoce-: "Condición del vulgo
    es, en efecto, regocijarse con los escarnecedores e injuriosos, y más si
    sus ataques van contra lo más augusto..." 
 
DOÑA GERTRUDIS 
Claro que sí. Eso demuestra la clase de persona que es usted, y lo que son
    ellos. 
 
AURORA 
¿Se mojó mucho, profesor? 
 
MORALES 
No, me trajeron en auto, felizmente. Pero, eso sí, tengo los pies helados.
    ¡Qué envidia me da esa bolsa, señora Gertrudis! 
 
DOÑA GERTRUDIS 
(Cortada) Caramba, profesor... 
 
MORALES 
(A Aurora) ¿No tendría otra bolsita para mí, señora? 
 
AURORA 
No, profesor. Lo lamento muchísimo, pero hoy, casualmente, se rompió la
    otra que había en casa... 
 
MORALES 
No tiene importancia, señora. 
 
AURORA 
Sí, pero...De veras, lo lamento mucho. Justamente, hoy mi marido no se
    sentía bien y también quería ponerse una bolsa de agua caliente. Pero la
    única que nos queda es ésta y, como es lógico, la tiene mamá. 
 
DOÑA GERTRUDIS 
No, profesor. Permítame que le ceda mi bolsa. 
  
 
     
    AURORA 
    Pero, mamá... 
     
    MORALES 
    No, señora Gertrudis, no faltaba más. 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    ¡Claro que sí, hombre! Usted viene de la calle, muerto de frío, después de
    haberse disgustado en ese inmundo colegio...Se la cedo con todo gusto. 
     
    AURORA 
    Pero, mamá, hace un rato te pusiste como una fiera porque Ramón se atrevió
    a pedírtela. 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    ¡Aurora! ¡Como una fiera! ¿Qué va a pensar el profesor Morales? 
     
    MORALES 
    No, señora, no se preocupe por mí. Me doy cuenta perfectamente de que se
    trata de una cariñosa exageración. (A Aurora) ¿Qué le pasa a su marido? 
     
    AURORA 
    Nada, tenía frío y no se sentía bien. Y mamá no le quiso prestar la bolsa. 
     
    MORALES 
    En tal caso, señora Gertrudis, permítame que se la ceda a mi vez al señor
    Ramón. 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    ¡No faltaba más! 
     
    AURORA 
    Ah, cada vez te entiendo menos. 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    Mirá, Aurora; será mejor que no toquemos el tema. A mí me enferma la prepotencia,
    ¿sabés? Y además, esto es completamente distinto. El profesor Morales es
    nuestro pensionista, y nosotros, todos, tenemos la obligación de atenderlo
    lo mejor que podamos. 
     
    AURORA 
    Sí, claro; pero...(Al profesor) Discúlpeme que discutamos esto en su
    presencia... 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    Hay que saber darle a cada uno el lugar que le corresponde. 
     
    MORALES 
    ¡Qué bello aforismo, señora! ¡Qué grato es oírle decir esas palabras!
    Siempre se las repito a mis alumnos. Eso es lo que falta en este país:
    sentido de la responsabilidad, de la ubicación, del sitio que a cada uno le
    corresponde por derecho propio. Hoy en día hay una verdadera subversión,
    todo está trastocado: los valores, todo...Los mozos de café quieren
    gobernar el país y los maestros de escuela primaria pretenden codearse con
    los profesores diplomados... 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    Sí, es una vergüenza. 
     
    MORALES 
    De todos modos, señora Gertrudis, permítame que decline su generoso
    ofrecimiento. 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    No, de ninguna manera, es necesario que lo acepte. Hay que predicar con el
    ejemplo. 
     
    MORALES 
    Señora... 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    Lo consideraría un desaire. 
     
    MORALES 
    En tal caso...(Toma la bolsa) En fin, como dijo Eduardo III: "Honni
    soit qui mal y pense". 
     
    AURORA 
    Démela, profesor. Le cambiaré el agua. (Morales le entrega la bolsa) 
     
    MORALES 
    Son ustedes abrumadoramente amables. Consiguen casi hacerme olvidar el
    hogar que hace tantos años abandoné, los afectos perdidos, la dulce
    melancolía de las cosas pasadas... 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    ¡Qué bien lo dice usted, profesor! 
 
 
     
    MORALES 
    Soy totalmente sincero. (Recibe nuevamente la bolsa de manos de Aurora y la
    acomoda sobre su abdomen) Ah, esta tibia y agradable sensación que se
    desparrama por mi plexo solar... 
     
    (Entra Ramón) 
     
    RAMON 
    No voy a comer, Aurora. Siento escalofríos. 
     
    MORALES 
    (Solícito) ¿Cómo se siente, señor García? 
     
    RAMON 
    (Advirtiéndolo recién) Qué hace usted con esa bolsa? 
     
    MORALES 
    La señora Gertrudis tuvo la amabilidad de cedérmela. Debí rendirme ante su
    exquisita insistencia. 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    Sí. Yo se la di. 
     
    RAMON 
    ¿Usted se la dio? 
     
    AURORA 
    Ramón... 
     
    MORALES 
    Es una anciana absolutamente encantadora. Me recuerda a la viejecita de la
    tapa del té "Mazawattee". 
     
    RAMON 
    (Sordamente) Démela... 
     
    MORALES 
    (Sin entender) ¿Perdón? 
     
    AURORA 
    Querido...¿No te sentís bien? ¿No sería preferible que te acostaras? 
     
    RAMON 
    Dejame, Aurora. (A Morales) Déme esa bolsa. 
     
    MORALES 
    No lo entiendo, señor García. La señora Gertrudis... 
     
    RAMON 
    Démela. 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    ¡Le prohibo, Ramón! ¿Me entiende? ¡Le prohibo...! 
     
    RAMON 
    (Explotando) ¡Usted cállese la boca, vieja arpía insoportable! 
     
    AURORA 
    ¡Ramón! 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    ¡Infame! ¡Miserable! 
     
    MORALES 
    ¡Esto es un atropello incalificable! 
     
    RAMON 
    (A doña Gertrudis) Cállese, señora, o me dará el pretexto que necesito para
    estrangularla. (A Morales, amenazante) Y usted, déme esa bolsa... 
     
    AURORA 
    Ramón...(Le toca la frente) ¡Estás volando de fiebre! 
     
    RAMON 
    Estoy volando, sí, Aurora, estoy volando y los veo desde lejos, desde muy
    arriba, como pequeñas hormiguitas indefensas y ridículas...(A Morales) ¡Por
    última vez, déme esa bolsa! 
     
    MORALES 
    ¿Pero qué se ha creído? ¡Con fiebre o sin ella, no logrará intimidarme! 
     
    RAMON 
    (Arrancándole la bolsa) Vamos, asno pomposo, no quiero lastimarlo. 
     
    MORALES 
    Si es una broma, señor García, es la más absurda y de peor gusto que yo
    recuerde. Merecería usted ser alumno de mi colegio de Avellaneda... 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    Nada más cierto. 
     
    RAMON 
    Haga una cita de Aristóteles, o de algún otro cráneo de ésos, profesor.
    Vamos, dése el gusto. 
     
    AURORA 
    Por favor, Ramón... 
     
    RAMON 
    Dejame, Aurora; dejame. Ahora comprendo un montón de cosas. 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    ¿Ves lo que yo te decía? ¡Es un loco! 
     
    RAMON 
    ¡Es la última vez que se lo digo! ¡Cállese! (Tomando un cuchillo de cocina)
    ¡Cállese, o la degüello! 
     
    AURORA 
    ¡Tiene razón! ¡Estás loco! 
     
    RAMON 
    ¡Basta! Vos también, callate. 
     
    MORALES 
    ¡Esto es un atropello! Señor García, yo también insisto por última vez.
    Devuélvame la bolsa, recobre la serenidad, y olvidaré lo sucedido. La bolsa
    no me importa, entiéndame, pero no estoy dispuesto a permitir que me
    pisoteen. 
     
    RAMON 
    Tengo dos cosas que decirle, profesor. Primera: usted es un imbécil que no
    entiende nada. 
     
    MORALES 
    ¡No tiene derecho! ¡Soy profesor diplomado, y usted...! 
     
    RAMON 
    (Interrumpiéndolo) ¡Déjeme de joder! Segunda: no le daré la bolsa. 
     
    MORALES 
    Señora, como usted comprenderá, mi permanencia en su casa es imposible por
    más tiempo. Su marido me ha injuriado grave y reiteradamente y, por otra
    parte, temo por mi integridad física habitando bajo el mismo techo que un
    enfermo mental. Mañana a primera hora arreglaré mis cuentas y me iré. 
     
    AURORA 
    Sí, profesor. No sé qué decirle... 
     
    MORALES 
    Me retiro a mi habitación. Señoras, las compadezco: háganlo tratar. Buenas
    noches. 
     
    RAMON 
    Usted se queda aquí... 
     
    MORALES 
    No se acerque o pediré auxilio. 
     
    RAMON 
    ¡Siéntese! Siéntese, señora. Sentate, Aurora. Tengo que explicarles. (Los
    tres se sientan rodeando la mesa) Así, muy bien. Aquí está la bolsa. Aquí,
    sobre mi pecho. Calentando los latidos de mi corazón. Todo está bien ahora.
    Aparentemente. Pero...Ustedes piensan que, al fin y al cabo, yo soy el
    dueño de la bolsa, y me he sacado el gusto. Pero no. 
     
    AURORA 
    (Echándose a llorar) ¡Pobre Ramón! 
     
    RAMON 
    No llorés, Aurora. Dejame que te explique. a ver, usted, profesor, que
    presume de inteligente...¿Para qué piensa que le saqué la bolsa? 
     
    MORALES 
    ¿Cómo puedo saberlo? Supongo que para saciar sus groseras apetencias. 
     
    RAMON 
    No lo entiendo, pero querrá decir que fue para calentarme. Pero no. ¿Y
    usted, suegra? 
     
    DOÑA GERTRUDIS 
    (Apasionadamente) ¡Porque es un resentido social, un sádico, un grosero, un
    prepotente matón asesino cobarde...! 
     
    RAMON 
    ¡Basta! Está bien, ya he entendido lo que quiere decir...Pero no, pero no.
    ¿Y vos, Aurora? ¿Vos que me conocés mejor que nadie? ¿No decís nada? 
     
    AURORA 
    ¡Estás enfermo, Ramón! 
     
    RAMON 
    ¡Pero, no...! ¡No estoy loco! ¡Ustedes no entienden nada! (Exasperado,
    lírico, terrible) Yo, Ramón García, oficial tercero de la Dirección de
    Lechería del Ministerio de Agricultura, después de cuarenta y nueve años de
    una vida estúpida, gris, incomprensible, he tenido una oportunidad de
    comprender, y he comprendido. ¡Voy a hacer una revolución! 
     
    AURORA 
    ¡No te metás en esas cosas, Ramón! ¡Es lo único que nos faltaba! 
     
    RAMON 
    ¡Nadie usará esta bolsa! ¡Nadie se apropiará de su calor, grato para uno
    solo, hostil para todos los demás! ¡Compartiremos lo que tenemos, y
    destruiremos lo que no podamos compartir! 
     
    MORALES 
    ¡La sombra de Eróstrato! ¡Es absurdo, monstruoso! ¡El nihilismo! ¡La maldad
    gratuita! ¡La solidaridad del frío, de la miseria, de la muerte...! 
     
    RAMON 
    Sí. El reparto de lo que se tiene. Si la dicha, la dicha; si la abundancia,
    la abundancia; si el calor, el calor. ¡Pero también el frío, la miseria, la
    muerte! ¡Claro que sí! ¿Por qué no? Escúchenme...Los hombres distribuyen
    aviones, Coca-Cola, petróleo, profilácticos y pan dulce. Cosas. Cosas que
    algunas veces son útiles, pero siempre son innecesarias,
    prescindibles...Cosas que no alcanzan para todos, que crean barreras, que
    separan...Eso no importa, entiéndanlo. Hay una cosa necesaria,
    imprescindible, que alcanza para todos...La única que alcanza siempre para
    todos, que no se agota nunca, que derriba murallas, que une...La llamamos
    Justicia. Hace felices a los hombres. Aunque no haya aviones, ni Coca-Cola,
    ni petróleo, ni profilácticos, ni pan dulce. Justicia. En su nombre, yo
    destruyo esta bolsa de donde brotaban el calor y la discordia...(Destroza
    la bolsa con el cuchillo) Justicia...¡Qué hermosa palabra! De pie sobre
    ella, los hombres podrán amarse. (Suplicante) ¿Entienden ahora? ¿Entienden? 
     
    AURORA 
    (Con escasa convicción) Sí, Ramón. No te excites. 
     
    RAMON 
    Sentémonos alrededor de la mesa. Tomémonos las manos. (Apretando los puños)
    Así, apretadamente, hasta que no sepamos dónde termina nuestra piel y
    comienza la ajena. No importan los pies fríos, porque es el frío el que nos
    une. Apretémonos las manos. (Los otros no hacen el menor movimiento) No
    entienden...No quieren entender...(Pausa) Hoy no voy a cenar, Aurora. Me
    parece que lo mejor será acostarme... 
     
     
     
     
    TELON 
  
 
     
     
     
    LA BOLSA DE AGUA CALIENTE, se estrenó el 26 de agosto de 1966 en El Teatro
    "Candilejas", de Dolores, provincia de Buenos Aires. 
  
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| La bolsa de goma de cada noche. |  
 
  
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