Escondidos en un
libro que en su momento ayudó a hacer más corta la travesía encontré estos
boletos que corresponden al viaje que en el invierno de 1971 me devolvió en
parte a la isla. Y digo en parte porque antes tuve que hacer una travesía
terrestre en Costera Criolla de Buenos Aires a Bahía Blanca, desde su terminal
en Constitución a donde llegue con la valija atada precariamente porque se me
había descosido.
Se salía a la noche
y se llegaba temprano a una Bahía Blanca que no alcanzabas a conocer, porque ya
tenía que seguir hacia el sur. Recuerdo de aquella ciudad una plaza de juegos
infantiles donde los columpios tenían forma de botes, influjo de la Armada en
la localidad y en esos entretenimientos.
El primer destino patagónico-patagónico
estaría en Comodoro Rivadavia, y para ello estaba la empresa Transportes
Patagónicos. De esa firma es el primer boleto
.
En Comodoro me
esperaba un nuevo trasbordo, rumbo a Río Gallegos, donde debía llegar a 48
horas de haber salido de Buenos Aires. Plazo que se cumplió con una demora de
tan solo 20 minutos. La firma en este tercer tramo al sur era Transportadora
Patagónica.
Era una forma más
económica de volver, yo había ido en transporte naval, pero para los que no
teníamos vinculación directa con la Marina no era tan fácil conseguir ese
pasaje allá, como lo fue acá de la mano del querido Negro Angelineta.
En Gallegos hice
noche de Comodoro Rivadavia 344, la casa de mi prima Gringa) Elena Sesnic
Martinovich de Bull (Jaime Bull), una casa con despensa al frente donde siempre
había mucha gente de paso.
Al día siguiente
LADE me puso en un Río Grande que estaba de fiesta, no por mi retorno, sino
porque festejaba cincuenta años de la creación de la Colonia Agrícola, cosa que
yo ignoraba.
La larga travesía no
me permitió conocer de la Patagonia nada más que sus enormes distancias, por la
ventanilla todo era monótono hasta en el tramo de Caleta al Sur todo se cubrió
de barro y viajamos como encapsulados. Pero estaba mejor que en el trayecto
anterior cuando sobre Trelew por abrir la ventanilla ya no la pude cerrar del
todo y el chiflete me trajo un enorme frio sobre un oído que yo traté de
mitigar envolviendo la cabeza con un pullover que traía en el bolso.
En medio de estos recuerdos quedan muchos olvidos; que comía, y cuando me salió finalmente el viaje, más allá del precio que indican los boletos, y que incidencia tenía esto en el magro presupuesto de un estudiants fueguino en La Plata,
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