sábado, 22 de diciembre de 2012

23. Italpark, de colección.

 Fernando Gugliottella se nos presenta en su nueva faceta -para nosotros- como coleccionista. Y en un momento en que ha ampliado sus estanterías nos hace viajar con estos objetos a un espacio ya perdido en Buenos Aires, donde se vivían momentos de ilusiones. El recordado Italpark.


El Italpark f se encontraba emplazado en donde Avenida del Libertado y Callao, donde funcionó por tres décadas supliendo en mentas al no menos famoso Parque Japonés.


Fue crerado en 1960 por la familia Zanón, de origen italiano, en una superficie de 45.000 metros cuadrados. Poseía unos treinta y cinco juegos electromecánicos de origen italiano, con lo que se armaron unos veinte stands..

Atactivos inolvidables: los autos chocadores, el tren fantasma, la montaña rusa. Para los 80 esta última fue reemplazada por una holandesa que resultaba ser la más alta de Amércia del Sur; al año siguiente se incorporarían juegos de alta velocidad y cierto riesgo.

El paque comenzó a ser noticia por circunstancias policiales, incendio en algunos juegos, heridas en los concurrentes, hasta que el 29 de julio de 1990 la fatalidad resultó alarmante:






"Uno de los carros del Matter Horn se desprendió e impactó contra las rejas de contención perdiendo la vida Rozana Celia Alaimo de quince años, y produciendo herida a Karina Benitez, una amiga" Esta circunstancia llevaría a la clausura del predio, y su posterior cierre.

Pero estas circunstancias triste no consiguen aminorar los recuerdos de tantos que encontramos en aquel Italpak, visita obligada al pasar por la Capital Federal, momentos de diversión y fantasía.
Fernando atesorá de aquel lugar y aquel tiempo: un cospel, un llavero de souvenir, y un talonario que nunca se alcanzó a usar.

Para los curiosos les sugerimos este salto:

Habitantes de Buenos Aires

martes, 27 de noviembre de 2012

22. Fonógrafo de Edison

   

 Santiago José Politano nos muestra su joyita de colección: el gramófono que fabricara hace más de un siglo Tomás Alba Edison.
 


 
Desprovisto de su bocina se aprecia el cilindro que permitía el registro de la voz, sobre una superficie de estaño.


Santiago nos trajo un grabador más contemporaneo, como para apreciar el tamaño de este artefacto pionero. Su grabador a cassettes fue adquirido por su madre al filo de los setenta.

Nos ilustramos sobre los orígenes de este artefacto:

El fonógrafo fue uno de los primeros aparatos inventados para el registro y reproducción del sonido. Elaborado en 1877 por Edison, está constituido por un cilindro de metal recubierto por papel de estaño, sobre el cual se apoya una sutil punta de acero colocada en el centro del diafragma. Si se habla delante del diafragma, la energía sonora de la voz la hace vibrar y transmite las vibraciones a una aguja de acero. La aguja traza sobre el estaño un surco continuo helicoidal, que contiene todos los caracteres distintivos del sonido inicialmente producido delante del diafragma: la intensidad se refleja en la profundidad del surco, la altura en el número de incisiones por unidad de longitud y el timbre en la forma del surco. Las grabaciones del cilindro, puesto en movimiento de la forma adecuada una vez terminado el registro, inducen vibraciones sobre la aguja que, a su vez, las transmite al diafragma reproduciendo el sonido registrado. En la imagen, uno de los fonógrafos portátiles producidos por Edison.


 Ls marcas empresariales aparecen registradas en una placa inserta sobre la madera del fonógrafo.




Y ciento fileteado, presentado como marca, tiene cierta analogía a lo que podría ser la firma del gran inventor.

Mientras que aquí "la lectora" se presenta en uno de los extremos del brillante cilindro.


Ya al final dejo mi grabadora digital, al lado de lo que sería, con estuche y todo, su ilustre tatarabuela.


Un aporte movedizo sobre este singular aparato.



miércoles, 19 de septiembre de 2012

21.Bolitas.




Marcial Fermín Gutiérrez se fue a estudiar a la universidad y dejó -para que mantuviéramos intactas- un conjunto de pertenencias. Entre ellas sus bolitas en este frasco.



En algún momento yo también tuve las mías, en una envase oscuro de Tody, sin tapa. Envase que el tiempo se llevó, lo mismo que su contenido.
Las bolitas de Marcial lo siguen esperando en una envasa ultrahermético que antes destináramos a conservas.
Las bolítas, juegos infantil y masculino, permitía una recreación de patios y veredas; daba cierta idea de acumulación de fortuna, y generaba habilidades manuales ligadas a lo que hoy llamaríamos motricidad y buena vista.
Permitía al mismo tiempo generar valoraciones subjetivas. Porque había bolitas que eran de la suerte, y otras campeonas -con las cuales nunca se perdía-, al mismo tiempo que para ciertas partes del juego se usaba alguna con la que se tenía, por ejemplo, tanteado el hoyo.
Por eso en algunos casos se jugaba con la seguridad del cambio, para no tener que entregar las preferida en el momento de una pérdida; y en otros casos se trabajaba sin red, se corría ese riesgo, se experimentaba la adrenalina del momento, y si se perdía..., se volvía a casa con un tango en el alma.
Había bolones y bolitas, lo diferenciaba el tamaño, estaban las lecheras -generalmente blancas- y las chilenas que en Chile le llamaban universo pero que en el norte se conocían como japonesas.
Los pantalones de antes permitían llevar en los bolsillos un buen puñado de bolitas, y dejaban en otro bolsillo el lugar para las que se iba ganando.
Prové como sería ahora con estas bolitas que Marcial nos dejó al resguardo y ya no estoy preparado para jugar: en un pantalón el bolsillo es estrecho y molesta en la pierna, en el joggin entran pero por su peso se afloja el elástico de la cintura.
Dolina escribió hace muchos años, en la Humor del tiempo del proceso, sobre el misterio de sobre el detino de tantas bolitas que tuvimos, y que ahora han desaparecido.
Fernando Tropea siempre nos recuerda que en su pueblo: San Jorge, está la única fábrica de bolitas del país..., será una de estas que mostramos en la tercer foto identificada como "leprosa"?
Las bolitas con el tiempo de cachaban, de tanto chanti -choque-, se hablaba entonces que estaban picadas, y a la hora del canje o del pago valían menos. A esta edad que comenzamos a andar cachados físicamente, nos compensa la juventud de nuestros recuerdos.





Crónicas del Ángel Gris – Por Alejandro Dolina
Resulta difícil hablar sobre la desaparición del juego de la bolita sin entrar en espinosas controversias. Desde luego se trata de un asunto complejo y puede ser examinado según criterios muy diferentes.
Las personas sencillas afirman simplemente que se trata de una decisión de los chicos, arbitraria, inexplicable y por lo tanto indigna de ser discutida.
Los psicólogos, antropólogos, electrotécnicos y aun los contadores suelen llamar la atención sobre la influencia de otros entretenimientos de emoción mas sostenida, como la televisión, el billar japonés, el cerebro mágico o las palabras cruzadas.
Los Refutadores de Leyendas niegan que haya existido jamás un juego semejante y se oponen con argumentos inexpungables al mito de la vieja niñez romántica.
Por el contrario, los Hombres Sensibles aseguran que la desaparición del juego de las bolitas es el resultado de una conjura universal.
Este punto de vista es muy interesante y vale la pena elucidarlo.
En su monografía Faltan Bolitas, el pensador de Flores, Manuel Mandeb, plantea un interrogante que nos deja perplejos. Veamos.
“… Este juego parece haber empezado a languidecer en 1960. Pero puede afirmarse que en ese momento ya hacia por lo menos cincuenta años que se jugaba. Entonces había veinte millones de habitantes en el país, y no era demasiado audaz afirmar que, en el medio siglo de su auge, el juego de la bolita había sido practicado por diez millones de individuos en uno y otro momento de sus vidas. Ahora bien: cuantas bolitas poseía cada niño aficionado, como promedio? Digamos cincuenta. Multipliquemos: cincuenta por diez millones. Son quinientos millones de bolitas. Bien, volvamos al presente: alguno de ustedes ha visto una bolita en el último año? Seguramente no. Yo pregunto: donde están los quinientos millones de bolitas? Quien las tiene?
“Y no me digan que el tiempo las destruyo porque el viento y la lluvia no son suficientes para destrozar una bolita…
“…Las canchas han sido arrasadas y hasta pavimentadas, los hoyos fueron rellenados, los jugadores se han visto tentados por otras disciplinas. Alguien esta borrando todo vestigio del paso de las bolitas por esta tierra…”Inspirado quizás en el trabajo de Mandeb, este texto pretende asentar las reglas, la técnica y la estrategia de las bolitas. La tarea no es tan fácil como parece. A favor de la campaña desarrollada por los Refutadores de Leyendas y Los Amigos del Olvido, casi nadie recuerda los reglamentos.
Por lo demás, todos sabemos que en cada cuadra había matices en la interpretación de cada norma lúdica.
No obstante, luego de la publicación de esta nota, es probable que algún pequeño número de Pibes Sensibles se ponga a jugar, aunque más no sea a modo de desplante ante el Universo.

I- LAS BOLITAS
Se trata de pequeñas esferas, casi siempre de vidrio. Su diámetro es variable: las mas chicas se llaman “piojos” o “pininas”, las medianas son las mas frecuentes y están también las grandes o “bolones”, que suelen utilizarse en el juego del Triangulo.
Años atrás podían reconocerse diferentes pelajes de bolitas.
Las mas hermosas eran las “lecheras”. En ellas predominaba el blanco, siempre mezclado con algún otro color. Eran semiopacas, no se podía ver a través de ellas y la variedad de diseños y combinaciones era enorme. Estaban también las semitransparentes, de colores fríos, casi siempre verdes o azules. Eran como cachos de sifón. En el interior a veces se adivinaba un filamento gelatinoso y más bien repugnante. Salvo excepciones, eran unas bolitas de porquería. Sin embargo, la última generación de niños jugadores solo conoció esas bolitas.
Las lecheras desaparecieron misteriosamente. Miles de personas jamás han visto una. Las mas recientes son las llamadas “bolitas japonesas” mas livianas que las convencionales, y totalmente inútiles para jugar.
Su aspecto es el de una esfera transparente con un papelito de color en su interior. Todo niño poseía una bolita preferida, que era la que utilizaba para jugar. Se la llamaba “puntera”. El resto de las bolitas servia para pagar las deudas provenientes del juego. Si acaso una racha adversa obligaba al niño a entregar la puntera, se le otorgaba a esta noble bolita el valor de cuatro o cinco.
También pueden citarse, como curiosidad, las bolitas de barro, los aceritos y hasta las de plástico (indefectiblemente ovaladas).
La identidad de los fabricantes de bolitas es un enigma. Nunca hubo marcas, ni envases ni publicidad. Algo muy raro debe haber en todo esto.

II EL JUEGO DEL HOYO Y LA QUEMA
Pueden participar dos o mas jugadores, El juego tiene lugar en una cancha de unos 5 metros de largo por 2 de ancho. La superficie de este terreno debe ser de tierra, pareja y árida, tal como la de las canchas de bochas aunque no tan blanda.
Es de buen gusto que un pequeño árbol se situé en uno de los costados. En realidad, los mejores lugares para instalar canchas de bolitas son los rectángulos de tierra que existen en las veredas del Gran Buenos Aires. En la Capital, como se sabe, las veredas llegan hasta el cordón y los espacios sin baldosas que rodean a los árboles son insuficientes. Por eso los chicos de la Provincia han sido siempre más diestros en este juego. Hay cuatro líneas que limitan la cancha y una que la divide en dos, llamada “mita”. En el centro exacto de una de esas dos mitades, se encuentra el hoyo. Y aquí nos topamos con otro punto de discusión. Algunos prefieren excavar el hoyo con una chapita de naranjin. Otros entierran una bolita y, después de extraerla ensanchan el crater resultante. Los más desaprensivos clavan el taco en la tierra, y lo hacen girar, obteniendo de este modo enormes cacerolas que desvirtúan el carácter del juego.
Los jugadores se sitúan detrás de la línea de salida, que es la línea más corta más lejana del hoyo. Uno a uno van lanzando sus bolitas, tratando de colocarlas en el lugar más cercano al citado agujero. Esto es de capital importancia, pues después del tiro de salida, el primero en jugar será quien se encuentre más próximo al hoyo. De este modo, si uno observa que el jugador anterior ha conseguido arrimar demasiado bien, mejor será que no trate de superar esa marca y busque los lugares más seguros de la cancha.
El objeto del juego, aclaremos, es embocar en el hoyo y hacer impacto en las bolitas de los contrarios (“quema”). Los jugadores “quemados” van egresando del juego y pagando a quien los quemo. Cuando queda solamente uno, termina la ronda y comienza otra.
Cada participante va evolucionando con su bolita conforme a una cierta estrategia. Algunos persiguen a su presa y se van acercando cada vez mas, aun a riesgo de quedar ofreciendo un blanco fácil. Otros buscan siempre los lugares lejanos y hacen tiros largos (es decir “rugen”). Si una bolita sale fuera de la cancha debe permanecer en el lugar donde ha quedado para que los otros jugadores le tiren, si así lo desean. Al corresponderle nuevamente el turno, el jugador podrá efectuar su tiro desde cualquier punto de la línea atravesada por su bolita al salir.
III LA BOLITA Y EL CANTO
Para obtener prioridades y anunciar decisiones o reclamar la vigencia de ciertas reglas es necesario -en la bolita- pronunciar a voz en cuello algunos conjuros predeterminados.
Veamos una pequeña colección de ellos. “Bolita cola”: es en realidad la invitación o desafió a jugar y también la reserva del privilegio de tirar ultimo. También puede decirse “Bolita cola, no puntie”, esclarecedora frase que indica que uno no tiene intenciones de someterse a ningún “punteo” o arrimada previa, para establecer el orden de salida.
“Mita al medio, buena al tiro”: canto que solo puede realizar el que tira ultimo en la salida. Si el tipo considera que alguno de sus rivales esta demasiado cerca del hoyo, le suelta el canto y le da el hoyo por embocado. Pero -eso si- lo obliga a poner su bolita en la mita, expuesta a su disparo inicial.
“Buen repe”: ante la proximidad de la pared, se grita este conjuro para indicar que si el impacto se produce de rebote, también será valido. El canto contrario es “mal repe”. “Pica paso”: declaración de voluntad que asegura la posibilidad de colocar nuestra bolita a un paso de distancia, si un pique traicionero la pone a merced del rival. Algunos niños tahúres suelen retrucar “de hormiguita”, para reclamar que el paso sea pequeño. “Voladora”, agrega, entonces el primer niño. Y se manda un paso de cuatro metros. También puede aullarse “pica no paso”.
“Cuantas quiera”: Como el jugador que emboca en el hoyo o realiza una quema vuelve a tirar, muchos niños proceden a sacudir tres o cuatro quemas seguidas a la misma bolita, con el fin de irse acercando a otros objetivos. Para poder hacerlo debe pronunciar las palabras que encabezan este fragmento.
“Corta, retira no garpa”: salvedad con que el pequeño que va ganando anuncia su derecho a abandonar el juego en cualquier momento, sin que este raje le resulte oneroso.
“Bien sonati”: exigencia mas bien ranfañosa, según la cual se pretende que los impactos hechos en nuestra bolita hagan ruido o no se paguen.
“Mueve pajita, garpa bolita”: pareado pentasílabo que es de lo ultimo y se profiere cuando la bolita contraria esta en medio del pastito.
Existen infinidad de formulas “buena línea recorrida”, “hoyo antes de quema”, “buena mengua”, etc. Cuando se quieren evitar los recose que provocan estos cantos, se juega “a todas buenas”, es decir, sin cantar.
IV COMO EMPUÑAR LA BOLITA

Para efectuar el disparo, debe colocarse la mano izquierda alzándose sobre sus dedos en el punto exacto donde estaba la bolita. La mano derecha descansara sobre la izquierda y empuñara la bolita. Los zurdos harán exactamente lo contrario.
Hay dos formas clásicas de tomar la bolita: la antigua, despreciada muchas veces, y la moderna. En la primera la bolita se aloja detrás del índice. En la segunda, detrás del mayor, sirviendo el índice como guía o mira.
Hay algo más. Algunos pibes muleros suelen extender la mano hacia adelante acercándose a la bolita del adversario. Esta demasía se conoce con el nombre de “ganfia o gañote” y es el origen de innumerables reyertas.
En este punto conviene aclarar la existencia de otros juegos de bolita:”el triangulo, el gayito, la troya, la cuarta”. Pasaremos por alto la complicada explicación de sus reglas.
El pasto ya ha crecido sobre las canchas. Los chicos ya no tienen las rodillas sucias. Los pantalones de medidas infantiles no tienen bolsillos.
El pavimento y las baldosas lo cubren casi todo. Mandeb quizás tenía razón.
Existe una conjura universal para impedir el juego de la bolita.
Alguien tiene que ocuparse de indagar las razones de este complot y -si es posible- desbaratarlo.
Y hay que encontrar los quinientos millones de bolitas perdidas.
Hace pocos días, el autor de esta nota trato de dar con el frasco donde guardaba unas pocas docenas. No estaba. Tampoco estaba la caja de las chapitas, el álbum de figuritas ni el trompo ni los autitos con masilla. Algo malo debe estar ocurriendo.

Tinka de Santa Fe.

La firma de San Jorge tiene su espacio en internet en el que solicita la compra de vidrio opalino, pagando precios únicos en el mercado, abunda en detalles de un rico catálogo. y luego se remonta a 1953 para detallar la historia empresarial.
Corrían los primeros meses del año 1953 cuando dos empleados de la famosa cristalería SAICA instalada en San Jorge provincia de Santa Fe solicitan un permiso gremial de un mes con la loca idea de comenzar con la instalación de una fábrica de bolitas de vidrio, cuentan en ese momento con la experiencia obtenida dentro de la cristalería donde fabricaban una pequeña cantidad.
Nada de dinero pero una tremenda ilusión, aquellos osados emprendedores fueron Victor Hugo Chiarlo y Domingo Vrech, al finalizar el mes vuelven a su trabajo donde son invitados a elegir a seguir con sus tareas habituales o retirarse definitivamente a continuar con su proyecto, siendo ésta alternativa la que deciden hacer aquél momento.

En la búsqueda de financiamiento y mercado era la idea gestada viajan en tren a la ciudad de Rosario, luego de varias reuniones un señor de distribuidora Rigolleau les entraga una tarjeta personal y les recomienda dirigirse a conversar con el señor Juan Manavella gerente de la firma Manavella y Cía. S. R. L. (únicos fabricantes en Sudamérica de bolitas de mármol por aquel entonces) quien desde un principio muestra interés por la propuesta. Luego de un amable diálogo les solicita que le envíen muestras comprometiéndose a que en caso de gustarle analizarán firmemente que tipo de relación entablar para desarrollar la idea.


Regresan a San Jorge donde fabrican las muestras que gracias a Dios son aceptadas y firman un contrato el cual los obliga por el espacio de seis meses entregar toda la producción a la firma mencionada a cambio del dinero recibido para instalar la tan ansiada fábrica, el día 15 de octubre de ese mismo año hacen la primera entrega, la cantidad que fabricaban es ese entonces era de aproximadamente 12000 bolitas diarias.


En el año 1956 se retira de la sociedad el señor Vrech e ingresa a la misma Ricardo Reinero, quien contaba con una pequeña experiencia en el manejo del vidrio pero mucha en todo lo que se refiere a la industria metalúrgica un verdadero artesano del hierro, la sociedad continua la labor y en el año 1960 ingresa a la sociedad Ángel Albino Chiarlo hermano menor de Víctor, la firma sufre vaivenes porque hay períodos donde Víctor y Ricardo se retiraron de la misma pero ya consolidados a partir del añoi 1964 continúa la fabricación de la preciada esfera, siempre en la búsqueda de incrementar la producción y mejorar la calidad del producto, diversas máquinas de fabricación casera se han utilizado llegándose a producir unas 6000 traviesas por hora.

En el año 1993 se produce la lamentable pérdida de Ricardo Reinero tomando su posta su hijo Juan Miguel.
Corrían los primeros meses del año 1995 cuando se le compra al señor Cheen Fu Cheen (de origen Taiwanés) una máquina procedente de aquél país oriental que eleva la producción a 8.500 por hora, algunos años después se compra una máquina del mismo origen para la fabricación de bolones en una cantidad aproximada de 3.800 por hora, hoy con dichas máquinas y el ingenio argentino se fabrican 400.000 bolitas diarias

Hoy 30 de diciembre de 2016 agregamos como regalo de fin de años, una foto de ERNESTO IPAS, titulada Juagando en el patio.




sábado, 4 de agosto de 2012

20.- Watch man.

Alfio Baldovín volvió de Estancia Los Flamencos con estas fotos. Respondía a un pedido del administrador del establecimiento que buscaba la inserción de este objeto en este blog.

El diálogo con Ivón no se concretó facilmente y finalmente fue intermediado por nuestro amigo fotógrafo. El aparato incluido: un controlador de desplazamientos de personal de seguridad, se incorporaba a mis experiencias personales puesto que mi padre -en tantas oportunidades- se desepeñó en tareas de ese tipo, y por ser la convinación del nombre del artefacto la de watch: reloj, y man:hombre; el adquiría la profesionalidad responsable de ser el "guachimán".

No siempre mi padre siendo guachimán tenía un dispositivo como el presente para ser controlado por sus mandantes; esto fue así cuando resultó su empleo en la Red Caminera Argentina, a fines de los sesenta, y esta empresa que tenía a su cargo la construcción del aeropuerto de Río Grande le establecía un régimen de desplazamiento nocturno que impedía el más corto pestañeo, ni que decír dormitar. A esta hora esto, a otra hora aquello. Papá recordó una escepción: el momento en que el hombre llegó a la luna; entonces el gerente -Fernández Barrios- lo invitó a pasar a su casa, y pudo ver allí el momento memorable.
Una tarjeta registrá el desarrollo horario de las tareas del "guachimán", hoy por hoy artefactos más modernos dan cuenta de los mismos propósitos:

- Se estudia el recorrido más conveniente, de manera que el sereno deba pasar por los lugares más necesarios del control.
- En cada punto se fija a la pared la caja estación, indicándole cada cuanto tiempo tiene que hacer la recorrida. De esta forma quedara registrada en el rollo de papel la hora en que ha estado en cada puesto.
- La vida útil del aparato es ilimitada.



Estos relojes de sereno o de ronda nacieron hace un siglo.Y dice un entendido: "Este tipo de relojes se usaba para poder controlar que el sereno o guardia hacían la ruta que les correspondía y a la hora que les correspondía, sin que se pudieran "escaquear". La caja es de latón, pesada, sólida, resistente y muy bien conservada. El el lateral del reloj hay dos ojos para llaves. Una de ellas es para cerrar el reloj. No dispongo de esa llave, si bien se puede hacer una copia, aunque como puede verse está abierto. El reloj se entregaba cerrado con llave al sereno o a la persona que hacía la ronda, de forma que no se pudiera manipular. La idea es sencilla pero muy efectiva. Se daba cuerda al reloj (más o menos carga 30 - 40 horas), y se insertaba un disco horario de papel que va girando en el interior, parecido al que llevan los transportistas, solo que este medía el tiempo, no la velocidad. En el otro hueco de cerradura se introducía una llave que hacía una marca en el papel al girarla. Las marcas eran distintas dependiendo de las llaves. Las llaves estaban ubicadas en distintas habitaciones o lugares por los que el vigilante o sereno debía pasar. El reloj se llevaba colgado, y se fichaba en cada uno de esos lugares, de modo que en el papel quedaba constancia de dónde y a qué hora se había estado, en función del registro que dejaba cada llave en el disco. Al término de la ronda se entregaba el disco de papel al jefe, y a casita. Y una última curiosidad. Para evitar que el interesado pudiera manipular el disco (abrir el reloj y atrasar o adelantar la hora) hay una cuchilla que corta el papel cada vez que la tapa se abre (está en la tapa) de modo que se veía si el reloj había sido abierto".

La máquina esclavista, si se me permite el término, sigue existiendo; aunque ahora presenta la apariencia del objeto que mostramos arriba de este comentario de cierre.



miércoles, 1 de agosto de 2012

19.- Armonio.



El teclado, un poco atacado por su uso, se encuentra en casa de la familia Poggi Alvarez de la ciudad de Río Grande.
Este instrumento tiene su origen en el norte del país de donde lo trajo el docente de música Ricardo Riachi -Richard- promediando los años 80. Al reemigrar en la década siguiente al norte del país el instruento realizó un periplo y hoy se resguarda en el seno de esta familia, donde cumple funciones ornamentales, recordándose como en otro tiempo los cuatro hijos lo tocaron, con la salvedad que sus pedales insulfaron el aire que lo hacía funcionar.

Cristina, la dueña de casa, colocándose al lado del armonio, nos da una idea de su tamaño y función, la similar a un piano, o una suerte de órgano, que solìa verse en las iglesias hasta la aparición de los instrumentos electrónicos.

Desde Wikipedia nos ilustramos



El armonio o harmonium (también denominado harmonio o armonium) es un instrumento de viento con teclado, en apariencia similar al organillo alemán, pero sin tubos y de mucho menor tamaño; es un instrumento musical típico de la música devocional empleada en Asia. Aunque originalmente fue concebido como un instrumento doméstico, al igual que el piano, el armonio se impuso rápidamente en muchos templos religiosos por su tamaño y precio menores que los de un órgano.




Originalmente el armonio se desarrolló en Alemania, justamente a principios del siglo XIV. Tuvo justamente un repentino cambio en su arquitectura cuando los ingleses lo llevaron a la India en donde tuvo su primer impacto sobre la población asiática. Rápidamente el armonio original sufrió ciertas modificaciones para transformarse en un organillo de piso, en donde el cantante Indio podía sentarse, bombear, digitar y cantar al mismo tiempo. La escala tonal de las varias cascadas del pedal dentro de la estructura del armonio se cambió a la escala tonal de do sostenido mayor (C#M). Rápidamente obtuvo un auge espléndido dentro de toda la India y Pakistán.




En occidente se le clasifica como un instrumento de viento de lengüeta libre. Cuenta con un teclado, que controla mediante válvulas el paso del aire por unas lengüetas metálicas que producen el sonido. La entrada de aire se produce por medio de fuelles, accionados mediante pedales por el mismo intérprete. Para conseguir un sonido uniforme el aire de los fuelles pasa a un fuelle intermedio denominado "secreto" o "reservado" que mantiene una presión constante. Sin embargo, el registro llamado "expresión" permite la entrada del aire directamente de los fuelles a las lengüetas, con lo que el intérprete puede conseguir sonidos más expresivos (forte, piano, staccato...)




En lo personal recordamos a Richard ejecutando este instrumento, en sus dìas de recién casado, y cuado era vecino de la calle Viedma.




Tambíen tenemos presente la existencias de instrumentos similares, aunque más antiguos, en la Misión Salesiana.

viernes, 22 de junio de 2012

18. Tierra de Malvinas

En una caja plástica, cerrada por la cinta argentina guardamos esto que adquiere con su presentación una jeraquía superior a la de un souvenir.
Encierra un muestrario de tierra, turba y arena de distintos sitios en los cuales se desarrollaron acciones militares durante la contienda de 1982.
Separamos del conjunto este pequeño fragmento de fuselaje de un helicóptero argentino.

LLegó a nuestras manos por gentileza de Pablo Kommer que participó el pasado 2 de abril de una competencia atlética por la cual viajó a las islas. Pablo se muestra frente a la bahía de la capital isleña, y reflexiona sobre su andar por el mundo. Él tiene perfomances de remo, andinismo y pedestrismo en nuestra provincia y diversos continentes. Y acrecienta su emoción de haber recorrido los escenarios otoñales de una contienda invernal.
A sus espaldas la leve naturaleza alada de las islas del conflicto se manifiesta haciéndonos sentir que esa otra tierra, es también nuestra tierra.

sábado, 19 de mayo de 2012

17. Máquina de escribir (y otras anotaciones)



Esta vieja máquina Remington –circa 1920- que forma parte del museo familiar de Beatriz Rodríguez, y que perteneció a su abuelo Eladio Fernández Pérez, capitán del celebre Amadeo, primer vapor de la flota regional.

“La recuerdo desde siempre en casa, estaba allí en una mesita como si fuera un altar, intocable hasta que llegó la hora del aprendizaje y la de su reemplazo por una Olivetti más moderna y luego por una Olympia. En ella aprendí a escribir a máquina como todos en casa. Me imagino que el abuelo estaría contento si supiera que aún la conservamos y se muestra en este Museo virtual”. Nos ha escrito Beatriz en su envío.

Don Eladio originario de Coruxo –Galicia- adquirió en su tiempo este elemento, que no estaba a la altura de cualquier economía popular, y el recuerdo de Beatriz nos lleva a rememorar que la posesión de una máquina no daba acceso a una forma más rápida de escritura, pero si más prolija, el camino que te llevaba a la mecanografía –eso que se medía luego por escribir sin mirar el teclado, y sumar muchas palabras por minuto- era producto de un método, de mucha paciencia, y de recursos didácticos que no siempre estaban al alcance de la mano.

En lo particular recuerdo al maestro rosarino Horacio Marcucci que me inició en el uso de la fila normal o guía, la dominante, y un poco la inferior, pero que luego al tener que partir apresuradamente de Río Grande me dejó sin aprendizaje sobre la fila numeral.

También el recuerdo a mi primo –Abraham Toty Vázquez- excelente mecanógrafo que se lucía en el mostrador de la Imprenta Don Bosco, haciendo correspondencia para quién se lo requiriera, para agilizar trámites. A él perteneció la Underwood, que conservo como un tesoro, una máquina canadiense en la que hice mi aprendizaje. Mi pare se la compró por 1966 –comenzaba el secundario- al precio de $ 25 mil, un negocio para todos…, el la había ganado en una rifa.

Años después en Río Grande parecieron enseñanzas más sistemáticas de la mecanografía, muchas de la mano de la hermana Berta Weber –en el colegio María Auxiliadora- y también por la Academia de la Señora de Poderoso –en el barrio Mutual YPF- a donde concurrían alumnos del Don Bosco, sección comercial, para aprobar con eficacia los exámenes a los que más tarde los someterían en la institución.

Todos mis hijos han sentido la curiosidad del teclado mecánico, y hasta han insistido en conocer métodos de aprendizajes –hay uno que comenzó a salir en la revista Impactos, y otro que me brindó generosamente Claudia Ibaldi- pero finalmente todos volvieron a la mecánica de este tiempo: el teclado de computadora, sobre el cual parece ser que cada uno instala su propia forma de digitación.

¡Y cuánto nos costó a los mecanógrafos acostumbrarnos al escaso ruido al escribir, y a la menor resistencia al pulsar las teclas!

La máquina de escribir por los días en que la adquirió el Capitán Fernández.

“Hacia 1920, la máquina de escribir «manual» o «mecánica» había alcanzado un diseño más o menos estándar. Había pequeñas variaciones de un fabricante a otro, pero la mayoría de las máquinas seguía el siguiente diseño:

“Cada tecla estaba unida a un tipo que tenía el correspondiente carácter en relieve en su otro extremo. Cuando se presionaba una tecla con la suficiente fuerza y firmeza, el tipo golpeaba una cinta (normalmente de tela entintada) extendida frente a un cilindro que sujetaba el papel y se movía adelante y atrás. El papel se enrollaba en este cilindro, que rotaba al accionar una palanca (la del retorno del carro, una suerte de Enter de hoy en dia, en su extremo izquierdo) cuando se alcanzaba el final de la línea. Algunas cintas estaban divididas en dos mitades, una roja y otra negra, a todo lo largo, contando la mayoría de las máquinas con una palanca que permitía cambiar entre los colores al escribir, lo que estaba especialmente ideado para los libros de contabilidad, donde las cantidades negativas tenían que figurar en rojo”. Con sabiduría wikipedia.

Los últimos mecanógrafos de Rangún.

David Giménez ha publicado en El Mundo de España una nota que habla de una vigencia que no ha perdido espacio en oriente.

Hla Mgo tiene los dedos más rápidos a este lado de Rangún, capaces de teclear sin faltas cartas de amor adolescente, misivas de marineros desarraigados y certificados de defunción de clientes que nunca vuelven a protestar el servicio. Su oficina ocupa un pedazo de acera junto al puerto: una mesa de madera, una silla y una vieja Olympia que vivió tiempos mejores. "Funciona perfectamente y no le falta una tecla", dice el mecanógrafo de 59 años acariciando la máquina con la que se gana la vida desde hace cuatro décadas. "Y eso que tiene más años que yo".
Ni la llegada de los ordenadores ni el lento avance de Internet han logrado acabar con las máquinas de escribir de Birmania. En pueblos y ciudades, a las puertas de juzgados y en las avenidas más concurridas, decenas de puestos callejeros mantienen vivo un oficio que no conoce la crisis. "¿El negocio? Tengo más clientes que hace 20 años", asegura Hal Mgo, que ha empezado a enseñar su técnica a sus dos hijas.
Los mecanógrafos de Rangún se han defendido de la competencia de las nuevas tecnologías ofreciendo mejor precio y la garantía de un servicio sin virus ni apagones en una ciudad que sufre constantes cortes de luz. Una página mecanografiada a una media de 50 palabras el minuto se paga a 300 kyats (25 céntimos de euro), la mitad de lo que piden los recién llegados con sus sofisticadas computadoras.
Monjes enfundados en sus túnicas azafrán, oficinistas camino del registro y amas de casa que no fueron instruidas en la escritura esperan su turno para dictar sus cartas en los puestos de la avenida del Banco, en la parte vieja de la capital. Nayla dice que su especialidad son las cartas de amor y los certificados de matrimonio, que ofrece en sobres de falso terciopelo azul tocados por lazos rosas o flores blancas. "Hacemos todo tipo de servicios. Rápido. Muy rápido", asegura repitiendo el mensaje del letrero que cuelga de su puesto.
Más de cinco décadas de dictadura militar hundieron el que fuera el país más educado del sureste asiático, también conocido como Myanmar. El hermetismo del régimen tuvo el efecto secundario de preservar la atmósfera de colonia descrita por George Orwell en sus 'Días de Birmania' (1934). La antigua capital es un conjunto de edificios desconchados y decadentes, lugares remotos siguen estando comunicados por barcos a vapor y las máquinas de escribir son utilizadas para completar el papeleo en oficinas, hospitales o colegios.
Los generales, que hace dos años iniciaron la mayor apertura desde que tomaron el poder en 1962, contribuyeron a alargar la vida de la máquina de escribir con su control orwelliano de la sociedad. Temerosos de la influencia exterior, hasta hace poco castigaban con la cárcel la posesión de máquinas de fax o el uso de Internet, todavía al alcance de menos del 1% de la población.
La popularidad de la mecanografía ha permitido a Kyaw Shin completar su pensión como ex funcionario gracias al dinero extra que gana en Mundo Lunar, un comercio de la avenida del Jardín de Maha Bandola. El dueño decidió modernizarse meses atrás adquiriendo cuatro ordenadores, sólo para comprobar que los clientes seguían reclamando los servicios de Kyaw Shin. "¿Morir?", dice sorprendido el mecanógrafo de 70 años cuando se le pregunta por la posible desaparición de su profesión, mientras sus dedos se mueven a toda velocidad y de fondo suena el tac-tac de las teclas. "La máquina de escribir es el mejor invento del mundo".

Los escritores que lloran el fin de las máquinas de escribir

En tanto que Javier Rojahelis, apuntó otras reflexiones interesantes que nos precipitan en las reflexiones de las innovaciones y las tradiciones, encrucijadas tecnológicas mediante.

El cierre de la última fábrica de máquinas de escribir -fue en abril de 2011- le ha puesto la lápida definitiva a uno de los elementos técnicos más emblemáticos del siglo XX. Un artefacto que no sólo pobló las oficinas, sino que también se convirtió en el compañero inseparable de los escritores.

Se veía venir su muerte definitiva, pero la verdad es que la gran mayoría ya la daba por muerta hacía mucho tiempo. Por esto mismo, no fueron pocos los que se sorprendieron al escuchar la noticia de que finalmente había cerrado la última de las compañías dedicadas a la fabricación de máquinas de escribir (con sede en la India). "¿Cómo? ¿Todavía se fabricaban?" fue la pregunta que se repitió en varios lugares. Claro, era raro recordar cuándo había sido la última vez en la que cada uno de nosotros había tecleado en una máquina de escribir o había tenido que elaborar un informe en ella o había dejado volar la imaginación literaria sobre ese sonoro teclado Qwerty. ¿15 años? ¿20 años?

El autor de la nota destaca que si bien hay países en los cuales ya no se usa, en otros, muy cercanos al primer mundo “hay gente que incluso se gana la vida tipeando en las viejas máquinas de escribir, como ocurre en México, donde en la Plaza Santo Domingo todavía se encuentran escribanos que a cambio de una cierta cantidad de dinero escriben cartas y mensajes por encargo”.

Los escritores y sus máquinas

Sin embargo, la postal que ahora desaparecerá definitivamente es la que muestra aquella imagen romántica del escritor frente a la máquina de escribir. Una imagen que estuvo presente durante gran parte del siglo XX y que tuvo que ver con la creación de una buena porción de toda la literatura que marcó la centuria pasada. Ahí están las instantáneas o los testimonios que retratan a Hemingway con su Underwood portátil, a Agatha Christie tecleando su Remington, a Bukowski machacando su Olympia SG, a Herman Hesse sacándole tinta a su Smith Premier, a Tennessee Williams con alguna de sus Olivetti, a Simenon dándole vida a Maigret con su Royal 10, a Tolkien creando con su Hammond o a Pablo Neruda poetizando con las teclas de una Hermes suiza. Postales a las que se suman las de otros grandes hasta llegar a Mark Twain, quien es sindicado como el primer escritor que comenzó a escribir sus obras literarias con el artefacto mecánico.

El caso de Paul Auster

Pero no sólo las máquinas de escribir de los autores ya muertos han llegado a las subastas, también las de aquellos que aún están vivos y productivos. Este es el caso de Cormac McCarthy, quien subastó su Olivetti Lettera 32 en 250 mil dólares, un precio más que justo si se toma en cuenta que en dicha máquina McCarthy escribió toda su obra, desde el "Guardián del vergel" hasta "La carretera". Lo que sí hay que consignar es que McCarthy es uno de los pocos autores que no se han dejado seducir por las nuevas tecnologías, y que si bien remató su Olivetti, la verdad es que la subasta fue con el fin de realizar un donativo, después de lo cual no dudó en volver a comprar otra máquina del mismo modelo para seguir escribiendo tal como la he hecho durante todas estas décadas. Algo muy distinto a otros veteranos escritores, como Philip Roth, quien ya desde los años 90 que abandonó la máquina de escribir para entregarse a la pantalla del computador.

Otro ejemplo destacable, de autores que se mantuvieron fieles a las máquinas mecánicas, es el del escritor Paul Auster ("Trilogía de Nueva York"). El caso es emblemático en el sentido de que Auster es un autor que en la mitad de su actividad creadora se vio rodeado por las nuevas tecnologías y por la llegada de los computadores y los procesadores de textos. A pesar de ello, Auster continuó hasta la llegada del siglo XXI fiel al tecleo de su Olympia e, incluso, hizo un libro destinado exclusivamente a ella que se tituló "La historia de mi máquina de escribir". En él se puede leer cómo Auster se mantuvo con el artefacto desde 1974 sin ni siquiera sentirse tentado por las versiones eléctricas del mismo: "La otra posibilidad era utilizar una (máquina) eléctrica, pero no me gustaba el ruido que hacían aquellos artilugios: el continuo zumbido del motor, el discordante soniquete de las piezas, la cambiante frecuencia de la corriente alterna vibrando en los dedos".

Después, en la década de los 80 y sobre todo a principios de los 90, Auster fue viendo cómo sus amigos adquirían computadores Mac e IBM para trabajar con ellos, pero él no cedía. Además, él mismo cuenta que cuando se vio tentado por la nueva tecnología, muchos de esos amigos le comenzaron a contar historias terroríficas acerca de pérdidas de trabajos completos por culpa de la pulsación de una tecla equivocada. Poco antes de finalizar el siglo XX, Auster presintió el final definitivo de la época de las máquinas de escribir y comenzó a asegurarse adquiriendo una gran cantidad de cintas de tipeo. Con mucho esfuerzo logró reunir 50 cintas, las que fue utilizando con sumo cuidado, aprovechando su rendimiento hasta el máximo. El libro, escrito en el año 2000, termina con la confesión: "Incluso en este preciso momento, cuando rememoro los nueve mil cuatrocientos días que hemos pasado juntos, la tengo justo delante de mí, desgranando con aire entrecortado su música antigua y familiar." En todo caso, el romanticismo tiene límites y, en la actualidad, si bien Auster sigue escribiendo en su Olympia, su editor le obligó en los últimos años a usar el computador para poder utilizar el formato de disco en las entregas.

Jorge Luís Borges y la Remington.

Aquel destacado e irónico narrador reflexionaba sobre las bondades del progreso y el desarrollo industrial.

Decía que si bien su abuelo fue muerto -en guerras interiores del país-, por un disparo de un Remington, él cotidianamente escribía en una Remington sus ficciones memorables.

En el mercado de Internet.

Una máquina como la que atesora Beatriz se ofrece, en perfecto estado de funcionamiento, y con delicado estuche a $250, o doce cuotas de $31.

¿Me la vende?


Actualización:


Mis queridas Underwood. La perdida...


El 18 de julio, en horas de la mañana visité en sus oficinas de Canal 13 a Juan Cuesta. En un momento de la conversación, en que hablamos del avance tecnológico, sacó de una repisa una máquina de escribir que hace diez años llevó a su empleo, donde no tenía mayores recursos para realizar su tarea. La máquina portátil había pertenecido a don Alberto Urrutia, segundo esposo de su madre, y era idéntica a la segunda máquina de escribir que tuve en mi vida, la que me acompañó en todos los años de mi formación universitaria.

Eso lo pude comprobar cuando abrimos el estuche y la encontramos encerrada en ese lugar, la máquina de fabricación italiana que comprara mi padre a un viajante que se alojaba en el Hotel Atlántida, por 1967.

Ya teníamos otra, de fabricación canadiense, semi portátil, en la aprendí a medias con el maestro Horacio Marcuci la gran técnica que me daría ánimo en la vida: la dactilografía.

Pero esta máquina, ahora en manos del amigo, era idéntica a aquella que perdí.

¿Cómo la perdí?

Era el año 1982 y Daniel Augusto Balanche Rondeau (h) daba vida a su diario: Noticias. Los recursos eran tan escasos que los periodistas y colaboradores debían hacer cola para escribir en una de las dos máquinas que disponía el medio. Daniel me preguntó si podía conseguirle alguna más, y yo fui generoso con la que estamos recordando.

La máquina en cuestión estaba en mejor estado que las de él, y él se apropio inmediatamente de este artefacto con el siguiente argumento: -Con esta entrega que me hacés pasas a ser accionistas de Noticias, y creo que por lo que vale te corresponde el 35% de la empresa.

Yo no dije ni si, ni no. Pensé que corría el riesgo de adueñarle del 35% de las deudas. Un día, no se por que causa la máquina no estaba más en la redacción, lo busqué al Director y me costó encontrarlo. Me dijo que al parecer la habían robado, me dio el nombre del sospechoso, un escriba que había partido del territorio. Quise creerle y le pregunté si no perdía con ello mi participación en el paquete accionario. Me dijo que ¡faltaba más!. Y –por supuesto- faltaba más...


Y lo que es por ahora, un final humorístico

lunes, 2 de abril de 2012

16. Maquetas y maquetistas.

La exposición realizada en homenaje al 2 de abril reunió a maquetistas de Río Grande, gente que buscan encontrarse para estimularse en su trabajo de artesanos y coleccionistas a la vez, que hombres mayores que adoptan pasiones que parecen de niños.
Y entre estos "juguetes" aparecen dos imagenes de los anfibios que participaron en la Operación Rosario, a los que identificamos en nuestros recuerdos por ser aquellas grandes unidades, alojadas en la margen sur, que solían patrullar nuestras calles en las noches de oscurecimientos.
Gustavo Santamaría es uno de estos artífices, en sus manos porta una de sus obras. Trabajan en muchos casos con modelos comprados de unidades militares en miniaturas, en su gran mayoría importadas, a las cuales después incorporan variaciones que demuestran su capacidad plástica y creativa.
Para el caso este nido de ametralladoras, situado en la mesa dedicada específicamente a Malvinas en la guerra de 1982.
Por esta creación ganó un premio internacional en Italia, lo valioso es la incorporación de este soldado -muy argentino- al que podemos ver desde este otro ángulo: ¡está tomando mate!
En otros casos..¿ quien pude pensar que este cañoncito esta hecho simplemente de papeles pegados y pintados?

Los maquetistas no colocan títulos identificatorios en sus pequeñas creaciones, dejan todo librado a las preguntas que surgen entre los concurrentes a sus exposiciones, y entonces demuestran una sapiencia sobre los objetos representados, en los que se entremezcla historia, física, estrategia, ¡todo lo humano!
Las piezas aéreas son muchas en la exposición que nos abrió sus puertas. Pero elegimos estas dos de unidades de transporte y apoyo: el avión Hércules -arriba-, el Neptune -abajo- aunque no encontramos en él las casetas de ametralaldorista que tenía la unidad del mismo nombre que calló en la Antartida -isla Levingstone- en 1976... llevando al director camarógrafo de canal 13 de Río Grande, Rodolfo Rivarola.

Carlos Menon (67) posó junto a su Harlley Davison a medio terminar, tiene problemas con la proveedora de fascículos, que es española. Todo trata de resolverlo vía correspondencia, aunque en unos casos un aviaje a Chile le resolvió la aquisición de muchos componentes. Otros.. los adaptó.
Con esta moto en miniatura vive la alegría del que tiene una moto en tamaño y uso real.

Menon, que remonta sus orígenes familiares a la lejana India, esta trabajando también con la maqueta de un barco alemán, el Bismark: al llevarlo a medio armar nos da cierta idea de las complejidades de la tarea.

Y aquí encontramos a un grupo de maquetistas, afanosos en lo suyo mientras esperan consultas de la concurrencia: Emanuel Maza, Mariano Buet, Raúl Sanz, Matías García y Natalio Soto.

Como9 una curiosidad registramos imágenes de esta pareja de Snowcat, si nos son rusos es porque eran soviéticos, donde vemos como un creador de maquetas se alimenta del mundo del cine.

En tanto que en otros casos, la obtención de un modelo de avión de uso internacional, adquiere un toque regional colocando el emblema de la compañía que lo hizo llegar a nuestra Tierra del Fuego.

Mientras que, alguién que estaba ausente en el momento de nuestro paseo, el joven Otaequi, tiene su rincón con estas unidades del transporte automotor local.
Alex trabaja en cartón, y sin tomar medida de los objetos a reproducir, como en este caso: el trailer de Bromatología. Otaegui pide ver un motor, y después lo reproduce en escala con una perfección increible.
Nos despedimos con esta figura voluptoasa, de las cuales hay varias, forman parte de un mundo fantástico que vive en Gustavo Santa Cruz, figuras que en sus modelos femeninos nos puso en aprietos para ver cual sería el ángulo menos comprometedor para registrar una foto...¡y lo conseguimos desde arriba!

Los maquetistas puden volver en cualquier momento, lo hacen, muy pocas veces al año, y tratan de que sus contactos no sean masivos. Saben que las piezas de este museo efímero que construyen para nosotros es frágil y las manos de los curiosos pueden ser dañinas para sus desvelos.
Si uno le pregunta cuando cuesta dada pieza, o si las tienen en venta, sonrien...