martes, 30 de julio de 2024

INVENTARIO NOSTÁLGICO DE RÍO GRANDE.87. Fiambera.

 Cuando la heladera era solo una illusión existían ellas. Construidas en madera, con una fina malla de alambre -hoy sustituible con eleméntos plásticos, ayudaban a conservar los alimentos siguiendo determinadas premisas: debía estar fuera de la casa en un lugar sombreado, mediando que pueda estar concurrido de ocasionales vientos. Allí se colocaba la carne, que se compraba para varios días, tiempos de ovino, y también agunos preparados derivados de ellas, como podían ser prietas, vitel toné, y otros entremses. Pero también podía conservar sobras de un almuerzo esperando la cena, o viceversa.

A simple vista se aprecia que en su interior

La fotografía corresponde a las que existía ya hace algunos años en el puesto 19 de Estancia Sara, y que me fuera remitida por Elda Inés Sarabia. Habitante de ese lugar y oyente de LRA 24 donde escuchó un día que hablamos sobre este elemento que no saltaba en nuestros patios riograndenses. Entonces ella nos dió las indicaciones del caso para ver con que poco se puede hacer mucho.



Ya en otro enfoque la vemos a Elda, de cuclillas y con la fiambrera abierta mostrando parte de un carneo que servirá para varias comidas. Lejos también de depredadores alados o cuadrúpedos.

 
Nunca llegué a visitarla, pero tengo unas imágenes, pero tengo algunas fotos -estas mías- tomadas en una diligencia periodística que se dió tras la desaparición de Sofía Herrera, en el Camping Jhon Goodall.

Esta era la fiambrera que aprecié junto a la vivienda del cuidador. 




En un momento de esa andar le mostré a Natalia Gracianía, que participaba de la expriencia por Canal 13, de lo que era el frizer del establecimiento. 


Ella que todo registraba de aquel momento lo anotó también en una libreta. Y ahora me pregunto: ¿Habra puesto fiambrera o frizer?

La tarde no estaba par chistes.

Ahora manejamos la información con otro sentido, el de sumar a nuestro Inventario Nostálgico.

Ya en este caso la carne es vacuno, no sería producto de un carneo sinó de una compra en carnicería del pueblo.

Hay un palito que esto toda la seguridad que podría requerirse ante un depredador humano.

Y la puerta es lateral.

En este caso se ve el tamañoi de la misma, y la presencia de unas salsas. La fiabrera había recibido un barnizado elemental: aceite de lino.


lunes, 22 de julio de 2024

MUSEO VIRTUAL FUEGUINO.86. Espuelines. (Inventrario nostálgico de Río Grande)

 


Con la llegada del invierno y las calles heladas aparecían ellos, aunque a veces se tardaba en encontrarlos, tan bien se los había guardados.

Ahora es más fácil, se puede  comprar otro, antes había que encargar su construcción. A veces el artesano tenía un stock previendo la llegada de los clientes, en otros casos recibía los encargos y podía demorarse como cualquier zapatero.

Los míos son importados, hay componentes plásticos, este que pertenecía a mi madre fue encargado a Don Cheuquel, el de la hojalatería de Rosales y Belgrano. Ella los usó al principio pero luego le resultaba un engorroso atárse a su calzado, que por otra parte no eran los zapatos de taco que acostumbraba usar. Además confesaba que nunca se había caido. Pero un 12 de junio de 1974, estando sin ellos, tuvo una caida fatal por la que comenzamos a hablar del cuello del fémur. Entonces Margarita tenía 67 años.

Los espuelines eran recomendados a personas mayores, igual que ahora, pero gente de menor edad puede experimentar los estragos de una caida, más cuando el esqueleto ya no queda tan adentro, ni es tan flexible.

Se lo viene conociendo con otros nombres Grampones, Crampones, Taquines...

domingo, 14 de julio de 2024

LOS PUENTES DE LA MEMORIA.32. Ojos de niño. “Y en la larga estación de los silencios, el frío nos invitaba a salir y apreciar como los grandes andaban más lentos, y los pequeños más veloces”.


Las calles y los techos, las veredas y los patios se han vestido de un ropaje blanco. Son después de la lluvia, después de la nieve, después de la lluvia..., coraza que protege al invierno de las cotidianas incursiones del hombre, del hombre que usa y abusa de los espacios, del hombre que a veces hace que el espacio no contenga recuerdos.

 

Más temprano que el sol del último sábado –que es el primero de Junio- los hombres de la limpieza urbana salieron de en parejas con sus carretillas naranjas a cumplir con lo de todos los días. Pero esta vez no están ante el barro y el basura diseminada, no están ante los estragos y caprichos del viento, que esta tan escobero como ellos. Con mansedumbre en el paso se han detenido en la esquina de mi casa, cada uno seguirá por su lado para hacer lo que sabe... como pueda. Juan Domingo Torres levanta su saludo en la respuesta a mi man, mi mano que hoy más que saludar a un tocayo clama por el equilibrio. Y al fin le grito mientras un taxi dificultosamente se interpone entre nosotros:-“Chapa, hoy hay que salir en trineo, no con la carretilla”.

 

Hubo así sonrisas despiertas, alegres de verse cada día con los perros y con los viejos, con los noctámbulos que descubrieron en el barrio chicas nuevas, y acudieron a él con la fortuna del recién cobrado. Y Chapa que se aleja como jugando con su carretilla, con sus herramientas de trabajo, me dejó en el alma la pregunta sobre ¿qué se han hecho de nuestros trineos?

 

El  mío, que construido por mi padre resultaba pesado para mis siete años, se fue empequeñeciendo cuando a los nueve me subí por primera vez a los patines número 37 que fueron de mi madre. Ya a los once no me decía nada y se lo regalé a Pepe Pastic, el se lo transfirió con el tiempo a uno de sus sobrinos, el hijo de Presaco. Así volví a encontrarme con su presencia gris un día en que comenzaba a hacerme hombre, a luchar con las nostalgias, y después... ¡nunca más!

 

Que mi padre haya tenido virtudes de carpintero, que fuera casi un regalo secreto en un invierno del ’60, no me permiten hoy dar detalles de cómo fue construido, eso sí, puedo dar detalles del diseño final; largo: unos ochenta centímetros, ancho; cincuenta, alto... muy alto para mi gusto por culpa de los fierros que tenía; parte de la estructura de aquel avión de Aerolíneas que se accidentara en un marzo mucho más lejano. ¿Qué cómo obtuve tales materiales? Herencia de mi primo Piluco, que antes de partir al norte desarmó su trineo, que por otra parte casi siempre tenía roto, para dejarme los dos rieles de “aliación”, El asiento tenía en forma de T, yo me arrodilla sobre la planchada del trineo que protegida por mandril amortiguaba mis rodillas, y mientras unía mis talones a la popa del navío, me sentaba sobre el palito transversal de la letra/asiento.  Así se podía remar enérgicamente con los palillos: regularmente palos de escobas que en aquellos momentos eran más sólidos que los actuales y que adquirían propiedades propulsoras con un clavo en una de sus puntas al que había que cortar la cabeza y afilarlo. Si mi padre encaró la construcción del trineo, mía fue la responsabilidad de los palillos: se estaba arreglando la casa para hacerla más habitable, y allí con algunas herramientas  de Uribe inicié la tarea de colocación del clavo y llegué luego hasta la herrería de Verategua para completar el trabajo de cortado y afilado. El hombre de la fragua retorció alambre dulce en el extremo en que coloqué el clavo, para prevenir rajaduras en la madera, y luego del trámite los probé allí mismo, en la laguna de la Parroquia, con un trineo que me prestó Salvador Velazco.

 

El trineo del amigo tenía hierros en T, otros, los muchos, los había en L, quien tuviera un padre en la Tennessee o en Perlap tenía de esos fierros; para algún niñito que no hacía mucho empeño  se podía economizar con alambre acerado o zuncho de barril, las niñas menos competitivas que nosotros se conformaban con aquellos trineos en que iban sentadas, muchos hechos con entramado de hierro. Aclaramos, vehículos de paseo, no de competición como los nuestros.

 

En mi infancia pasábamos las  horas en las lagunas de patinaje. Y aún cuando se iba el sol, temprano como todos los inviernos, se seguía con el ejercicio alumbrándonos con un artefacto que colocábamos en cada vehículo que no era otra cosa que una lata de duraznos con un cabo de vela en su interior. Ya para entonces comenzaba una merienda que nos ayudaba a reponer fuerza entre los habituales concurrentes del lugar, el menú consistía casi exclusivamente en caramelos y chocolates, galletas de esas que habían sueltas en cada casa, y de tanto en tanto algo que remedaba al sándwich: dos toscos trozos de pan casero, encerrando el queso Chubut o los restos de un asado. Si aparecía algo para beber era el atrevimiento de los mayores, entonces la petaca circulaba de boca en boca, sin preguntarte que edad tienes en cada beso.

 

Yo concurría a patinar a la laguna de los curas, todo ese espacio cercado que ha quedado entre Espora y Alberdi y a la cual se podía ingresar por múltiples roturas que habíamos realizado en el cerco de piquetes. Años hubo en que se construyó una segunda pista de patinaje –donde hoy está la nueva iglesia- para entonces los Bomberos de Río Grande acudían con su motobomba y emparejaban el sitio de diversiones, anticipando la temporada.

 

Pero este no era el único lugar disponible: todo el pueblo quedaba a merced de los niños y sus trineos en los días de invierno. Y -¡guay!-  que alguien se les hubiera ocurrido sacarlos de la calle. Desde el busto de San Martín hasta la Chacra de Visic se podía llegar en trineo sin dificultad. -¿Fuiste alguna vez desde lo de Come Pan hasta el Cementerio? -¡Nunca! –y salíamos picando.., porque eso era lo que se hacía con los palillos: picar y picar.

 

Andar en trineo era algo más que una gimnasia primordial para brazos y piernas en un pueblo sin gimnasio, era coexistir con la naturaleza en su tiempo más iracundo, era dramatizar la película recién vista: entonces los trineos pasaban  a ser buques o tanques, y los abordajes producían destrozos que amargaban a unos y enceguecían a otros; choques frontales o laterales nos dejaban a veces con tres palos sueltos, con los que debíamos volver a nuestra casa para hacernos al día siguiente otro trineo. ¡Vamos a enzuncharlo m’hijo! ¡No! Mejor con el fierro de la falleba. Y así volvíamos con más furia a la pelea; el palillo se clavaba en carne humana o se partía en el espinazo ajeno si la cosa se ponía muy pesada, si la petaca venía demasiado insistente, o se no había quedado ningún mayor cerca que pusiera un poco de orden.

 

Pero también existían juegos perfectamente reglamentados:”la latita”, remedo del hockey, en el que los palillos eran propulsores y bastones a la vez, y el balón –una machucada lata de conserva- se podía enganchar en la carrocería del vehículo durante el desplazamiento. El juego de “la latita” era también desarrollado por los patinadores, los más grandes que exponían su estatura y su autoridad para desalojar espacios, donde no dejaban entrar a los chicos de trineo, y así podían jugar más libremente.

 

Otro juego en que podía participar todo el mundo era “El pirata”.

 

El hielo no es igual en todas partes, cuando se forma a partir de la nieve no siempre sirve para patinar cómodamente; un trineo es mucho menos riesgoso. El que se formaba a partir de la lluvia, el hielo de las lagunas era el de las mejores perfomances. Cada tanto un deshielo –y el casi inmediato congelamiento- alisaban la superficie que los palillos destruían para rezongo de los patinadores. Por las calles barriales, siempre invadidas por las aguas servidas  del vecindario, el hielo jabonoso nos trancaba en la marcha.

 

El llano Río Grande nos entregó un deporte de primer orden: el trineo con palillos; casi no se utilizaban las pendientes para desplazamientos de descenso.  Eso no quiere decir que no se ensayara en la de las monjas, del Villa, de la casa de Patulo –donde más de una vez el se sacó la cresta- o, ya por otro barrio, en la bajada de Los Yáganse: por que era eso; bajadas, ¡quién tenía medios de elevación como no sea encumbrarse por los cercos!

 

El trineo mostraba la solidaridad y el ingenio de la gente, se hacía con lo que había en casa, o con lo que se conseguía en el vecindario.¿Quien iba a ir a una ferretería por los materiales que se requerían para hacer un trineo?


 

El Mono Ojeda le puso al suyo dos guampas y ¿quién le hacía frente? En La Misión construyeron La Barcaza que empujaban los patinadores. Allí en el Chorrillo la actividad de los chicos y el trineo era realmente espectacular, ocupaba solamente el tiempo libre del fin de semana, que era cuando se permitía la visita de la familia; mientras tanto los trineos que llevaban el número del interno reposaban junto a la lavandería histórica: el parque cerrado de todos ellos.

 

Un buen día con un deshielo fuerte se iba el invierno, el trineo quedaba su tiempo en el patio, alguno de los mayores rezongaba: se lo protegía alto en el galpón, o se lo escondía. Al invierno siguiente salíamos a buscarlo, lo encontrábamos sucio de tierra, de mierda de gallina o de orines de gato, ¡pero era el gran juguete! Un buen día también ya no volvíamos a buscarlo, habíamos dejado de ser niños o al menos no queríamos serlo.

Foto: Trineos en fila viendo a Cacho Milósevic hacer acrobacias sobre patines.

 

miércoles, 10 de julio de 2024

MUSEO VIRTUAL FUEGUINO.85. Durmiente metálico (Inventario nostálgico de Río Grande)

 


   Fueron justo a los rieles el soporte del ferrocarril que unía el Frigorífico de la Companía Argentina, con la Estancia José Menéndez. Obra que inicialmente fue autorizada para vincular solamene la planta fabril con el muelle desde donde se embrcaba para los invierno la producción carnea rumbo al caponero, y de allí al principal mercado de la producción regional: Inglaterra.

Donde hoy solo quedan algunos terraplenes y acantarillanos abundaban estas piezas metálicas hasta que en un momento se retiraron los rieles, no hay registro preciso de cuando ocurrió, y quedaron a raz de tierra, como elementos de chatarra de menor valor.

Así como mostramos a estos hubo otros que partieron rumbo a lo desconocido, cuando algún espíritu andarín paso a reclectarlos a a darles un destino más útil que el que tenía en ese momento, o la función ornamental en algún quincho.


viernes, 5 de julio de 2024

Museo Virtual Fueguino.84. Guanaco tallado en madera.

 


He aquí una artesanía en madera de lenga producida en Tolhuin por Javier Rivero, hombre al que concí primero con sus trabajos sobre truchas que pueden apreciarse hoy en el Grande Hotel.

Este guanaco sedente fue adquirido por la escribana Rosa Delia Weiss Jurado, y de sus manos pasó a las mías.



A los 23 años de edad emprendió en enero de 1983 su viaje a la Tierra del Fuego, se alejanba  con ello de su familia sanjuanina, buscando un destino mejor.

Su largo viaje por tierra lo llevó a ir apreciando el país del viento.

En nuestro islario despertó su creatividad y fue cortando amarras para dejar de ser el sanjuanino de las tallas, al que se le solían hacer comparaciones con Enriqueta, y logró un perfil identificatorio en torno a la fauna regional.

Suele trabajar a demanda y sus piezas viajan por el mundo a la vez que adornar numerosos hogares fueguinos. Pablo Imboden, al saber que estaba por presentarlo en nuestro Museo, me fotografió un flamenco que talló, a pedido suyo.






martes, 2 de julio de 2024

MUSEO VIRTUAL FUEGUINO.83. CENTRO FUEGUINO. Fichaje.

 





En las postrimerías de la dictadura surgió el Centro Fueguino integrado por fueguinos nativos, o de larga radicación en nuestro territorio. El propósito era evidente: evaluar la situación del momento, y tratar de encontrar salida a las postergaciones que experimentaba buena parte de la población. Los gobiernos foráneos paracían beneficiar mayormente a los recién venidos, y postergar a los que estaban aquí. En esto jugaban situaciones xenófobas ante todo lo que era chileno, incluyendo en ello a los argentinos nativos o naturalizados de ese origen.

Después de varias jornadas de debate en el Restaurant Malvinas, propiedad de Horacio Vera, situado en Rosales al 400, se conformó una comisión integrada por Francisco Arguello, Paco; Diana Wilson, y Oscar Domingo Gutiérrez. Las acciones polemizaban también en el plano social puesto que por aquellos años habían tomado cuerpo diversos  Centro de Residentes, y se indicaba a veces que era extraño esto de ser Residentes Fueguinos en Tierra del Fuego.

Del Centro Fueguino salieron varios referentes y activistas de la primera hora democrática, pero no nos vamos a poner a historias sus pormenores, que por otra parte -en su quantum documental- se encutra en manos de un investigados emergente de las capacitaciones que hoy brinda la educación superior en nuestra localidad.

Como complemento a la ficha que mostramos, cerramos esta publicación con la imagen de quien suscribió la misma, en otro plano de sus actividades.