Con la llegada del invierno y las calles heladas aparecían ellos, aunque a veces se tardaba en encontrarlos, tan bien se los había guardados.
Ahora es más fácil, se puede comprar otro, antes había que encargar su construcción. A veces el artesano tenía un stock previendo la llegada de los clientes, en otros casos recibía los encargos y podía demorarse como cualquier zapatero.
Los míos son importados, hay componentes plásticos, este que pertenecía a mi madre fue encargado a Don Cheuquel, el de la hojalatería de Rosales y Belgrano. Ella los usó al principio pero luego le resultaba un engorroso atárse a su calzado, que por otra parte no eran los zapatos de taco que acostumbraba usar. Además confesaba que nunca se había caido. Pero un 12 de junio de 1974, estando sin ellos, tuvo una caida fatal por la que comenzamos a hablar del cuello del fémur. Entonces Margarita tenía 67 años.
Los espuelines eran recomendados a personas mayores, igual que ahora, pero gente de menor edad puede experimentar los estragos de una caida, más cuando el esqueleto ya no queda tan adentro, ni es tan flexible.
Se lo viene conociendo con otros nombres Grampones, Crampones, Taquines...
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