Daniel Medeot Spada ya tiene en uso a esta altura del año a la cocina familiar que lo acompaña desde que tiene memoria. Los fríos días invernales en Ushuaia, allá en su calle denominada Juan Buezas, resultan menos fríos cuando este arfectacto comienza a cumplir su misión.
En estos tiempos en que la generalidad de los fueguinos analizamos el cuanto nos saldrá pagar la próxima factura de gas la existencia de estos artefactos nos llevan a reflexionar sobre las condiciones de vida de otros días.
Su alimentación del líquido combustible que ya no se comercializa en las estaciones de servicio provenía de un tanque metálico de 200 instalado por fuera de vivienda, al que había que cargar cada dos días para reponer el consumo que representaba su funcionamiento. Daniel al comenzar a crecer tenía por tarea bombear el combustible con una bomba reloj, cubriendose todo esa instalación con una funda de lona.
Río Grande comenzó a disfrutar del gas natural a partir de 1958, pero la capital fueguina supo de ese beneficio dos décadas después cuando fue una realidad el gasodulto que les llevó el fluido desde nuestro norte isleño.
Entonces se adaptó un quemador y se reemplazo el gotero del querosene, algo que en nuestro lugar había representado la sustitución por la leña astillada de un momento para otro.
En muchos hogares siguen existiendo el artefacto moderno a hornallas, y el antiguo que a criterio de las abuelas cocinaba mucho mejor.
La cocina blanca no era la más frecuente, la que abundaba era "La morocha". Blanca u oscura debía limpiarse con virutilla su superficie que debía estar reluciente. En ambientes poco aireados nos encontrábamos con quienes cocinaban sus churrascos directamente sobre la plancha, sin sartén u otro arminículo que pudiera limpiarse con mayor comodidad.
Habría sobre ella una gran olla con agua caliente, la cafetera, y una enorme pava.
Habían ingresado las Bosio con las políticas de excensión impositiva al sur del paralelo 42. Venía con un sistema de serpentina que permitía tener agua caliente. sobre la plancha se calentaban las planchas de hierro -El fero- que debían ser más de una si se quería tener rapidez en la tarea de emprolijar la ropa. Faltaba un tiempo para requerír de artefactos eléctricos de delicadas resistencias.
Si hasta en algunos casos se daba que bajo la estufa solían alojarse pollitos BB, cuando llegaba el momento de renovar los gallineros.
¿Cuanto saldría entonces una estufa como la Bosio? Ahora por las redes sociales se las puede conseguir, solo como oferta ornamental a un precio no inferior a los 310.000 pesos.
La última imagen no esta sacada de su cocina ancestral, pero muestra en un artefacto a la venta el original sistema de goteo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario