lunes, 2 de abril de 2012

16. Maquetas y maquetistas.

La exposición realizada en homenaje al 2 de abril reunió a maquetistas de Río Grande, gente que buscan encontrarse para estimularse en su trabajo de artesanos y coleccionistas a la vez, que hombres mayores que adoptan pasiones que parecen de niños.
Y entre estos "juguetes" aparecen dos imagenes de los anfibios que participaron en la Operación Rosario, a los que identificamos en nuestros recuerdos por ser aquellas grandes unidades, alojadas en la margen sur, que solían patrullar nuestras calles en las noches de oscurecimientos.
Gustavo Santamaría es uno de estos artífices, en sus manos porta una de sus obras. Trabajan en muchos casos con modelos comprados de unidades militares en miniaturas, en su gran mayoría importadas, a las cuales después incorporan variaciones que demuestran su capacidad plástica y creativa.
Para el caso este nido de ametralladoras, situado en la mesa dedicada específicamente a Malvinas en la guerra de 1982.
Por esta creación ganó un premio internacional en Italia, lo valioso es la incorporación de este soldado -muy argentino- al que podemos ver desde este otro ángulo: ¡está tomando mate!
En otros casos..¿ quien pude pensar que este cañoncito esta hecho simplemente de papeles pegados y pintados?

Los maquetistas no colocan títulos identificatorios en sus pequeñas creaciones, dejan todo librado a las preguntas que surgen entre los concurrentes a sus exposiciones, y entonces demuestran una sapiencia sobre los objetos representados, en los que se entremezcla historia, física, estrategia, ¡todo lo humano!
Las piezas aéreas son muchas en la exposición que nos abrió sus puertas. Pero elegimos estas dos de unidades de transporte y apoyo: el avión Hércules -arriba-, el Neptune -abajo- aunque no encontramos en él las casetas de ametralaldorista que tenía la unidad del mismo nombre que calló en la Antartida -isla Levingstone- en 1976... llevando al director camarógrafo de canal 13 de Río Grande, Rodolfo Rivarola.

Carlos Menon (67) posó junto a su Harlley Davison a medio terminar, tiene problemas con la proveedora de fascículos, que es española. Todo trata de resolverlo vía correspondencia, aunque en unos casos un aviaje a Chile le resolvió la aquisición de muchos componentes. Otros.. los adaptó.
Con esta moto en miniatura vive la alegría del que tiene una moto en tamaño y uso real.

Menon, que remonta sus orígenes familiares a la lejana India, esta trabajando también con la maqueta de un barco alemán, el Bismark: al llevarlo a medio armar nos da cierta idea de las complejidades de la tarea.

Y aquí encontramos a un grupo de maquetistas, afanosos en lo suyo mientras esperan consultas de la concurrencia: Emanuel Maza, Mariano Buet, Raúl Sanz, Matías García y Natalio Soto.

Como9 una curiosidad registramos imágenes de esta pareja de Snowcat, si nos son rusos es porque eran soviéticos, donde vemos como un creador de maquetas se alimenta del mundo del cine.

En tanto que en otros casos, la obtención de un modelo de avión de uso internacional, adquiere un toque regional colocando el emblema de la compañía que lo hizo llegar a nuestra Tierra del Fuego.

Mientras que, alguién que estaba ausente en el momento de nuestro paseo, el joven Otaequi, tiene su rincón con estas unidades del transporte automotor local.
Alex trabaja en cartón, y sin tomar medida de los objetos a reproducir, como en este caso: el trailer de Bromatología. Otaegui pide ver un motor, y después lo reproduce en escala con una perfección increible.
Nos despedimos con esta figura voluptoasa, de las cuales hay varias, forman parte de un mundo fantástico que vive en Gustavo Santa Cruz, figuras que en sus modelos femeninos nos puso en aprietos para ver cual sería el ángulo menos comprometedor para registrar una foto...¡y lo conseguimos desde arriba!

Los maquetistas puden volver en cualquier momento, lo hacen, muy pocas veces al año, y tratan de que sus contactos no sean masivos. Saben que las piezas de este museo efímero que construyen para nosotros es frágil y las manos de los curiosos pueden ser dañinas para sus desvelos.
Si uno le pregunta cuando cuesta dada pieza, o si las tienen en venta, sonrien...

lunes, 19 de marzo de 2012

015. Cardadora de lana.

Máquina colchonera, de hierro y madera, destinada a cardar o escarmenar: es decir desapelotonar la lana de los colchones que después de cierto uso pierden volumen, y forma. . El modelo fotografiado es el que se exhibe en Río Grande en la esquina de Rosales y Fagnano tienda Cardón, prolijamente pintada y aceitada en medio de indumentaria de corte criollo no tradicional. El artefacto nos remonta a los tiempos en que los denominados colchoneros desarrollaban la actividad, tiempo presedente al de los colchones de material sintético, y donde cada cierto tiempo –aquí mediaban las condicones ambientales y la calidad del producto- el relleno interior de cada cama debía ser remozado. Las colchones de lana fueron pediendo espacios a partir de los años 60, por la sustitución por el nuevo producto, aunque en un ámbito lanero, como era el de la Tierra del Fuego coexistieron un buen tiempo. Aquel colchón antiguo, mucho más pesado, estaba confeccionado con un grueso cotí, tela rallada, cosida con recios hilos manejados con el artesano en la materia, con una aguja curva a la que se llamaba: colchonera. En la tarea de mejorar el contenido lanar, apelmazado por el uso, había que coser y descoser, y tomar el contenido de lana y pasarlo por la trama de clavos del la máquina colchonera para peinar la lana que adquiría un tamaño mayor. El muchas circunstancias, y sobre todo en otros ámbitos del país, el trabajo del colchonero se hacía a domicilio, lo que requería habilitarle un espacio puesto que la tarea al momento intermedio de la misma –cuando la lana había sido escarmenada- ocupaba un gran volumen. La precariedad de espacios de la población local hacía en el caso de su artesano postrero –para el caso Don Juan Romano- este recibiera en su domicilio/taller los colchones que debía mejorar. Don Juan era exigente en el cumplimiento de los plazos, cuando se los llevaban, cuando los retiraban, puesto que el desarrollo voluminoso de la tarea le llevaba a ocupar mucho espacio del recinto que levantó a tal fin sobre el número 900 de la calle Fagnano. “El colchonero empezaba desarmando un extremo del colchón, sacaba los bordes y luego los "botones". El paso siguiente consistía en sacar toda la lana de su interior, con la que hacía una especie de montaña al lado de la máquina cardadora. Manualmente la estiraba y la iba desmenuzando, operación que se caracterizaba por el desprendimiento de polvo y suciedad”. Esa era la tarea universal del colchonero quien luego, sentado frente a esta máquina, utilizaba el sube y baja en balancín, con clavos en dirección contraria, para que –moviéndola de atrás para adelante, hacía salir la lana en uno solo de los sentidos, el opuesto al operador mecánico. El trabajo de componer el colchón se acompañaba del lavado del cotí, que tenía las marcas, los accidentes de la noche familiar; antes de proceder a su relleno. Un colchón merecía algún tipo de mejora en plazos superiores a los dos años. Es de hacer notar lo efímeras que se han vuelto las almohadas construidas con material artificial, para estimar la consistencia que adquirían los colchones laneros con el uso, aunque las almohadas tenían mayor durabilidad que las actuales. Las quejas comenzaban cuando –abajo del relleno- comenzaban a percibirse en el cuerpo del durmiente los elásticos de la cama. Hoy por hoy las viejas máquinas de cardar, alejadas de su función para tener roles ornamentales, se ofrecen en el mercado de Internet en precios que varían entre los $500 y $ 600. Algo más para decir Elvecia Dalesandro ha recordado que su madre todavía hace cardar el colchón, que tiene 30 kilos de lana, y que en La Plata todavía hay un señor que realiza estos trabajos. También me han dicho que en la confección de un colchón de dos plazas se utilizaban seis vellones de lana. Y observado que la Cardadora aquí expuesta no tiene asiento para el cardador, como tienen otros modelos. A la postre el que presentamos aquí:



Nuestro amigo Hernán Genovese, el porteño que más sabe sobre Tierra del Fuego ha visitado recientemente el Museo Pampeano de Chascomús, y allí encontró una máquina similar esta que mostraba Cardón.






martes, 7 de febrero de 2012

014. Salsera de alpaca.


Este objeto, salvado de un naufragio, hoy pertenece a María Ester Subiabre quien la conserva en herencia de su madre -María Aguilar- la que lo recibiera, trabajando en Ushuaia, para la familia Simoncini.

En este caso nuestro Simoncini no es otro que el titular de la firma Salvamar -Leopoldo- que por los años 50 intentó rescatar al crucero Monte Cervantes siniestrado el 22 de enero de 1930 en el faro Les Enclereus.

La pieza en cuestión lleva en las iniciales la identidad de la nave que perteneciera a la Hamburgo Sudamericana, crucero alemán que eran atendido en Argneinta por la naviera Delfino. En lengua germánica Hamburg Sudamerikanishe Dampfschiffahrt Gessellshaft.
La salsera por abajo, la salsera por arriba.

Otras piezas que adornar las repisas de nuestra amiga mantienen la identidad del menaje de aquellos elegantes navíos.

Una azucarera, fácil de identificar en su función, otro artefacto del cual habría que averiguar su uso y destino. (Yo creo que es un elemento de coctelería)
María Aguilar conocería en Ushuaia a quien sería su esposo -Eduardo Subiabre- y con ello al tiempo se mudaría a Río Grande, con estos recuerdos.
María en la foto aparece con su hijo José:

El reciente libro de Adrián Gustavo de Antueno Berisso, tan documentado en imágenes, tiene una capítulo destinado a Los objetos del Monte Cervantes; pero no hay en ella elementos como los que alberga en la calle Perito Moreno la casa de María Ester.

Los objetos presentados por de Antueno son de reciente rescate del fondo del mar, aquellos otros fueron objetinos del trabajo sobre la nave cuando no se había sumergido. Son muchos los hogares de entonces que atesoran algo del Monte Cervantes, y deben haber salido de la misma manera muchos objetos fuera de la isla.

viernes, 27 de enero de 2012

013. Costurero


Propietaria inicial Alejandra Luna, del Barrio de Palermo en la Capital Federal. A su muerte en 1980, as la edad de 70 años su hija se lo regala a Balbina Juárez, la prima de la difunta

Es un costurero de pie estilo provenzal que mide 78 cm de alto y 37 de diámetro.
Le falta una bolsa que iba en el interior a manera de forro, el mismo tenía pequeños bolsillos donde se guardaban los carreteles de hilo, todos en forma individual.

Un costurero es una caja que contiene los materiales de costura.

Dice Wikipedia: "Los costureros tradicionales son cestas o cajas en los que se guardan agujas, hilos y otros utensilios necesarios para realizar labores de costura. La mayoría son ligeros y móviles pero históricamente han existido costureros fijos que constituían auténticos muebles compuestos de un recipiente que se asentaba sobre unas patas rígidas".

Parecido a este, o diferente, un costurero debe contener los siguientes elementos:
Botones.
Metro de hule, u otros elementos más modernos.
Carreteles o canutos de hilo.
Tijeras.
Dedal.
Aguas y alfileres.

Una conexión poética:

Es la que nos conduce a Evaristo Carriego, poeta de Buenos Aires que en su momento -1926- escribió este poema:

La costurerita que me dio aquel mal paso.


La costurerita que dio aquel mal paso...
-y lo peor de todo , sin necesidad-
con el sinvergüenza que no le hizo caso
después...-según dicen en la vecindad-

se fue hace dos días.Ya no era posible
fingir por más tiempo.Daba compasión
verla aguantar esa maldad insufrible
de las compañeras¡tan sin corazón!

Aunque a nada llevan las conversaciones,
en el barrio corren mil suposiciones
y hasta en algo grave se llega a creer.

¡Qué cara tenía la costurerita
qué ojos más extraños , esa tardecita
que dejó la casa para no volver!...
[


LA TENTACIÓN.
De Juana de Ibarbourú, en su libro El cántaro fresco.

Cualquier color que busquéis en mi cesto e costrura, habréis de hallarlo. Tengo en él ovillos de lana de todos los colores. Y mientras mi hijo, convaleciente, duerme, me pongo a tejer junto a la ventana, vigilando su sueño. Tienen una dulzura infinita estas tardecitas del mes de noviembre. Hay algunas un poco frescas aun este año, pero la mayor parte de ellas son tibias, de una maavillosa claridad. ¡Ha, cómo, con mirarlas firtivas, me dejo ganar por la tentación del camino! Las acacias están llenas de racimos blancos sobre sus espinas pardas; en las retamas parece que se hubiera desgranado todo el oro del mundo. Se diría que los álamos, al ser movidos por el viento cantan. ¡Qué hermoso debe estar el bosque! ¡Qué bonitos los trigales ondulantes y verdes! Esta noche, la luna ha de ser redonda, redonda como una gran medalla dorada. ¡Y en todo el campo debe de haber un olor tn bueno a gramilla, a rocío, a luna, a sauces!... ¡Juraría que una voz (quizás fue sólo el canto fugaz de un pájaro), desde la alta copa rumorosa del bambú, me ha dicho:
-¿Vamos?
Pero yo ya no puedo escaparme a corretear como antes por los caminos. Ahora tengo que ser seria y olvidar esas cosas. Ahora tengo que estar quieta junto a la ventana tejiendo ropita para mi niño. Ahoram en vez de interesarme por descifrar lo que dicen el viento, el río, los árboles, tengo que aprender los cuentos de Perrault y Scherezada para entrener a mi hijo.
.........
-¡Qué grande empieza a aparecer la luna tras los plátanos de la carretera!

jueves, 15 de diciembre de 2011

012. Tocadiscos Wincofon estereofónico.

Sergio Salvador va acumulando objetos a modo de plantearse una suerte de Museo Personal, cuando inaugure su quincho. En el estarán cosas que ha ido conservando en el camino de su vida, un andar que recorre el espacio que media entre Córdoba y Tierra del Fuego, entre su infancia y su madurez.
Su condición de operador de radio lo sitúa con amplia curiosidad sobre este objeto que por los años 60 representaba para los argentinos el sumun tecnológico en materia de escuchar música.
No era el Winco tradicional, era un producto más elaborado, con emisión estereofónica, adaptada a los discos con ese recurso que inicialmente fueron importados, pero que poco a poco se produjeron en el país.
El Wincofon que ahora espera su lugar en el "Museo Salvador" se salvó de ir a parar a la basura, un día en que su dueño, Beto Silva -cabañista de Estancia María Behety-, se preguntó para que le servía si el aparato se había quedado sin púa. Entonces el tocadisco, y todos sus discos cambiaron de domicilio, del campo a la ciudad.
La particularidad del sistema winco estaba dada por el brazo automático que se desplazaba cuando caía un disco de una serie de varios de ellos que eran ensartados, en el orden en que se los quería escuchar. El brazo acústico -pick-up- acompañaba la música surco a surco, y al llegar al final se retiraba y esperaba la llegada del siguiente. Era una suerte de continuado musical que entretenía por horas a sus usuarios, sin tener que hechar mano al equipo.
Los parlantes al tono tenían un cable no tan largo, con lo que se los podía colocar a izquierda o derecha favoreciendo entonces la llamada Alta Fidelidad, que en algunos discos venía representada por una jeringa.

También se podía adaptar una ubicación vertical, que se impuso cuando apareció la idea de la "columna sonora!.
Las marcas aparecen impecables aunque el aparato ya supera el medio siglo.

El selector de velocidades permitía escuchar discos de pasta muy antiguos, que giraban a escasa velocidad, y con limitada calidad de registro.

Por detrás del aparato aparecen "los periféricos".
En tanto que un número de matrícula permite saber lo que eran la producción masiva es estos tocadiscos.

Chiqui D, ha dicho: "Tecnicamente hablando el "Wincofon" era un artefacto que permitia hacer sonar discos de vinilo (45, 33 y 78 rpm), era una marca registrada de Winco".
"Pero historicamente, el "Wincofon" es parte de la vida misma de la generacion de los `60 para los porteños argentinos (ignoro como seria en el interior)
Wincofon, Ranser y Geloso son marcas registradas pero intimamente ligadas a esa generacion".
"El "Wincofon" presidia todos los "asaltos", donde se escuchaba el 33rpm "Refrescos Musicales" auspiciado por Coca-Cola, era un invitado de lujo en los cumpleaños de 15 y en las reuniones familiares".
"Y me permito discentir, no creo que todos sepan en la Argentina que es un Wincofon pues es un simbolo de una franja generacional".
"Hoy Wincofon, Ranser y Geloso son piezas para el museo de los recuerdos y suelen verse en las casas de antiguedades pero nadie los compraria.Creo que ni siquiera son esteticos como adornos pero son iconos de una etapa generacional y eso nadie podra negarlo".

En Mercado Libre se ofrece un wincofón en buen estado a $ 14500 o 6 cuotas de $ 2972; pero a Silva cuando lo compró una vez que salió de su servicio militar le representó un mes de sueldo. Y Segio no lo vendería por poca plata.


Plagada de basura se encuentra la emisora
y un tocadiscos que me abandonó,
Pinté a la compra y venta y el viejo que vendía
me dijo: "el ritmo y blues se escucha en Wincofón.
Tambien tengo vinilos entre Pinaps en el aparador"

El quía camino hacia la vitrina,
huy, cuando enchufó ese Wincofón.
Entraron a sonar viejas pastas del '50
de Muddy Waters y Willie Dixon.
El Winco no sonaba desde el año '70
y despidió frituras de un viejo rock and roll.


Letra de Blues Del Wincofón - Vudú - Sitio de letras.com
Coro:
Hey nena, cómo vas a bailar
cuando escuchés mi viejo Wincofón.
Hey nena, cómo vas a vibrar
cuando el viejo aparato entre en acción.

Si no tenés más pilas, si tu compact no camina,
si el lente de tu equipo se rayó,
no seas tan testaruda y no te hagás la dura,
cuando escuchés mi Winco se te ablanda el corazón.
Ya no pierdas más tiempo con la tecnología,
vení probá mi viejo Wincofón.

Coro

Plagada de basura...

Coro


Quien quera profundizar conocimientos sobre este juguetito de años idos puede darse una vuelta por http://blogdelwinco.blogspot.com

miércoles, 30 de noviembre de 2011

011. Ejemplar del Martín Fierro ilustrado por Castagnino

En el mes de la tradición se dió este encuentro con un ejemplar del poema nacional de los argentinos escrito por José Hernández.

De gran formato -19 x 39,5 cm- corresponde a la versión de Santiago M.Lugones y Carlos A.Leuman que tuvo en EUDEBA -Editorial Universitaria de Buenos Aires- una primera edición en septiembre de 1962, de 50 mil ejemplares, siendo el ejemplar que ilustra esta entrega uno de los 50 mil que correspondieron en marzo de 1963 a la tercera edición.

Obra impresa en la Argentina, en días de auge de esta casa editora, fue un logro de Frigerio Artes Gráficas, en todo lo atinente al diseño, en tanto que la impresión en offset fue un logro de la casa Jacobo Peuser.

La historia de este ejemplar

se relaciona con el derrotero de vida de Olivia Castro, chilena radicada en Israel, desde donde nos remitió el libro.

Se remonta a su infancia en Nacimiento, y a la lectura que prodigaba su padre de este libro cargado de sabiduría, de alguna manera un ejemplar de autoayuda criollo que excedía los límites de la propia argentina.

Olivia nos cuenta de su relación con una familia judía, de ascendiente polaco, que pasó por el exterminio de la Segunda Guerra Mundial, lo que condició luego la llegada de sobrevivientes a nuestro país. Cuando con el tiempo partieron hacia la tierra prometida llevaron de este suelo su admiración por el Martín Fierro.

Desde esa lectura intrafamiliar, y con el trato que tiene por relación de trabajo con Olivia, manter un idioma como es nuestro castellano. Es de pensar como en un hogar, o dos, o tres de Israel se habla circunstancialmente en nuestro lenguaje gauchesco..

Hablando de su realidad en Israel, Olivia nos cuenta que "un libro en español vale mucho dinero, y con el intercambio van de mano en mano, hasta que desaparece". Pero a este libro lo ha considerado muy especial "lo guardé porque me gustaba mucho, pero era tan delicado que se rompía de sólo mirarlos por eso se lo mandé ara que lo conserve, porque conmigo no le quedaba mucha vida". Olivia es de aquellas personas que se duerme con un libro y al amanecer el mismo aparece trajinado, en su cama, con la luz prendida y la tele.

Sobre las ilustraciones de Juan Carlos Castagnino.

Cuando en el año 2008 visitamos la ciudad de Rosario nos detuvimos ante el Museo Castagino que lleva el nombre de insigne maestro de las artes plásticas argentinas, que fue convocado a ilustral el libro que hoy presentamos en nuestro museo.

Wikipedia nos socorre:
Juan Carlos Castagnino, nació en Camet el 18 de noviembre de 19'08, y fallecido en Buenos Aires el 21 de abril de 1972.

Cursa estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes, para luego concurrir a los talleres de Lino Eneas Spilimbergo, a quien considerará siempre su maestro. .

A fines de las años 20 ingresa al Partido Comunista.

En 1933 integra el grupo que fundará el primer sindicato argentino de artistas plásticos. Ese mismo año expone en el Salón Nacional de Bellas Artes. Junto a Antonio Berni, Spilimbergo y el mexicano Siqueiros, realiza los murales en la Quinta de Natalio Botana en Don Torcuato, obra recientemente rescatada, novelada y cinematografiada..

En 1939 viaja a Paris, ciudad donde asiste al taller de André Lothe, y recorre el viejo continente perfeccionando su arte junto a Braque, Léger y Picasso, entre otros.

Regresa a la Argentina en 1941, y recibe el título de Arquitecto de la UBA..

Entre los premios que recibió se destacan el Gran Premio de Honor Salón Nacional (1961) la Medalla de Honor en Pintura de la Feria Internacional de Bruselas (1958)y el Premio Especial de Dibujo II Bienal de México en 1962.

Son muy difundidas sus ilustraciones para la edición del poema gauchesco Martín Fierro que efectuó la editorial Eudeba.. Se dirá que entonces "Logró darle un rostro definido al más popular de los personajes de la literatura argentina y constituyó el acontecimiento editorial del año"..

Colofón:

El viejo ejemplar enviado por Olivia tal vez pase al taller de encuadernación del maestro Jorge Fernández.



Olivia Castro y su hija, en Israel.